EXORDIO
La cultura
es también una forma de asistencia al hombre. Nutre el espíritu y lo cambia.
Muchas veces no comprendemos por qué el individuo se hace reacio a la cultura e
inmune a sus rayos benéficos. La evita sin darse cuenta que sin ella no ha
vivido el hombre jamás, menos puede vivirse en el mundo de hoy. El de hoy es un
universo absolutamente culturizado, impactado por las revelaciones de la
inteligencia superior del hombre. Vivimos la era de la cultura, del mundo
culturizado a plenitud, en el que las sombras del atraso se están quedando en
las fronteras de la nada absoluta. Eso sí, aprovechemos estos bienes culturales
para que el ser humano deje de lado tantos dolores espirituales que lo abaten.
EL NICHO DE LA VIRGEN DEL CARMEN
En el nicho de la Virgen del Carmen están las miradas de todos los
pobladores de la Calle Arriba. Esta imagen preside la historia comunal del
Barrio. Persiste a pesar del cambio de los tiempos y de las virtudes de mucha
gente de estos años nuevos, negativa y maculada, porque a esta Virgen la han
agredido en varias oportunidades. Aunque quiero decir que nadie de los de antes
se atrevió al sacrilegio, aunque si muchos de los de ahora se han atrevido por
la falta de valores y la pérdida del sentido religioso de la vida misma.
¡Virgen del Carmen bendita! Allí estás con el Niño en brazos y el
escapulario colgando. Virgen guiadora que a tantos consolaste cuando se
acercaron a tu noche, al pie de ese pequeño monumento que te hicieron los
fieles, para pedirte favores e implorarte a veces un milagro socorredor de una
angustia o una necesidad.
Virgen de la historia. Texto del sentido espiritual de la gente de
pueblo, creyente y silenciosa que ora ante tus pies con el imperceptible rezo
de los labios cerrados, musitando plegarias, susurrando oraciones para
dignificarte en tu valor superior.
Virgen que viene desde hace muchos años mirando desde su altura. Antes
más baja cuando el lugar era la Plaza del Carmen, con jardines, y avenidas, y
poblada de bancos y de árboles. Esa fue la naturaleza callejera de nuestra
niñez. Los predios aledaños a la casa, la de los primeros juegos y la primera
noviecita. La Plaza con la estatua de Sancho Briceño. La que originalmente se
llamó Plaza Sancho Briceño, pero que el fervor popular prefirió llamar Plaza
del Carmen, pues es lógico suponer que lo divino está por encima de lo humano,
además de que don Sancho no las traía todas consigo por razones históricas.
Pero eso es tema que lo podemos dejar para otra ocasión.
Lo destacable en esta rememoración es, justamente, el breve elogio a
este signo cristiano vinculante del sentido
histórico y tradicional de nuestras familias, que cumplieron la hermosa
epopeya de congregarse en torno de este lugar, para orar su destino, para
exhortar su temor a Dios, a través de un
simple canto de aleluya, aunque a veces,
la congregación se hizo más bien velorio, y mucho más destacable fueron las
misas que los párrocos vecinos “ceremoniaron” delante de este altar, en
aquellos días festivos de mediados de
Julio, según recordatorio de la memoria de algunos que todavía tenemos la dicha
de recordarlos.
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