domingo, 28 de mayo de 2017

EL HIMNO AL ÁRBOL

La escuela venezolana se ilumina musicalmente el último domingo de mayo con la celebración del Día del Árbol. Este día se canta. Sobre las baldosas de las escuelas cantan los niños y los maestros  el Himno al Árbol. Ya son fastos  remotos. En este tiempo lo siguen cantando, por lo que, afortunadamente, se conserva la tradición “Al árbol debemos  solícito amor, / jamás olvidemos que es obra de Dios. / El árbol da sombra/ como el cielo fe, / con flores alfombra/ su sólido pie.”

El talento de los maestros  se manifiesta en esta fecha escolar  tan hermosa, y la alegría de los niños. Los maestros  inculcan en los niños,  en este día, un gran amor por el árbol. Muchos de ellos  los llevan directamente hasta la naturaleza cercana. Les hablan del árbol con mucha reverencia y respeto. Estremecen sus corazones delante de las especies. Les infunden respeto por ese símbolo vegetal. Y los niños, alrededor de los árboles, comienzan a jugar y a retozar alegremente.   “Sus ramas frondosas/ aquí extenderá/ y flores y frutos/ a todos dará”,

Fuimos  escolares de aquellos tiempos, y llegamos a cantar este himno muchas veces. Nos llevaron los maestros a los campos cercanos, a la naturaleza en vivo. Y de aquellos árboles comimos sus frutos: los mangos, los mamones, las guayabas, los nísperos, los anones, los caimitos… El paseo escolar por esa ruralía cercana se hizo inolvidable. Uno quería comprender el sentido de la estrofa cuando encontraba aquellos árboles frutales en las gargantas de los caminos. Eran héroes y santos para nosotros. Solíamos coronarlos al verlos repletos de tan sabrosos frutos. “Él es tan fecundo/ rico sin igual, /que sin él el mundo/sería un erial.”

La riqueza de los árboles la veíamos en sus ramas, en sus hojas, en sus frutos. Árboles de verdes distintos, de hojas distintas, de troncos  distintos. Árboles que no dejaban que se afectara la tierra y por eso no había tanta erosión, ni grandes grietas en los cerros, ni extensiones peladas como ahora. No era un erial el mundo, aunque hoy está a punto de serlo. “No tendría palacios/ el hombre, ni hogar, / ni aves los espacios, / ni velas el mar.”

Tal vez en aquel lejano tiempo escolar, no llegamos a comprender cabalmente el sentido de algunas de estas estrofas. Feliz el poeta que si las comprendió al escribirlas. Pero, el tiempo nos fue enseñando que del árbol emergen tantas cosas. Que, inclusive, es un rico bastión del idioma por tantas palabras que genera su existencia útil. “Ni santuario digno/ para la oración, / Ni el augusto signo de la redención.”

Las iglesias, los templos se gestan en el árbol. Ellos son la génesis de sus grandes columnas, como los “cedros centenarios” de la iglesia matriz de Trujillo. El árbol purifica el sentido de Dios en las iglesias. Sustenta la huella de Dios, su presencia, su hálito de gloria. Por eso se habla de que es signo de la redención, por los maderos, por sus aromas, por sus perfumes regados en su propio e inasible misterio sacro. “No existían flores, / ni incienso, ni unción, / ni suaves olores/ que ofrendar a Dios.”

Y continúa el halo de evasión, el gozo de su fiesta sagrada. El árbol lo da todo en el júbilo eclesial del hombre. Las oscuras pátinas del tiempo de la existencia conservan el olor del  árbol  que  jamás muere, pues se hace recuerdo en los recintos, en el viejo mito, en los marcos del mármol de los frontispicios, en el aliento de los huesos de nuestros  padres, en los horcones antiguos de las primeras casas. En fin, en todo lo que es ofrenda, el árbol corona la existencia como un himno.

Mayo existe en nosotros por varias cosas: por la fiesta de la Cruz, tan hermosa, y por la fiesta del árbol, cuyo himno llena en este tiempo un cuenco de nostalgias. “Al llegar el mes de mayo, sentimos una sensación de primavera. En nuestras escuelas, llenas de claridad y de esperanza, y en las voces de los niños impregnadas de dulzura y amor, ha hecho nido una hermosa canción: es el Himno al Árbol.”

Iluminemos todos este último domingo de mayo. Al precio del amor cantemos la canción escolar. Que un gozo y un placer infinitos nos alcance. Que nuestras voces sean iguales a las voces de los niños. Cantemos esta estrofa fecunda: “Al árbol debemos/ solícito amor, / jamás olvidemos/ que es obra de Dios.”  

jueves, 25 de mayo de 2017

ELOGIO DE LA MÚSICA

Músicos en la Orquesta / E. Degas
Me habían dicho que la música es una devoción, una escritura del humanismo, una hechura de manos portentosas. Sí, lo creí. Y pienso que es más, mucho más. Ella deviene belleza viva, eternidad sonora, universo sin edades. La música acompaña al hombre. Ha de creerse esta aseveración. Los compositores que la han cultivado y ejercido están exaltados por la cultura en la civilización total.

De manifiestos diversos por el hilo del tiempo. La música es una revelación sonora del arte alrededor del hombre; de los hombres que la aman divinamente, a los que hace devotos de sus nardos sonoros cuando espiga desde los instrumentos. La antigüedad la contiene y la modernidad también. Es un solo compás de armonías dulces por los siglos.

La música es la orfebrería del intelecto. Ritual para la amatoria persecución  de lo ideal; puesto de honor en las apetencias espirituales del ser humano. La música que florece es una escritura plena cuando ha de escribirse, aunque sus manifiestos a veces responden únicamente a la oralidad, a la  musitación solamente. Y es la inspiración la que actúa entonces, porque en el fondo nos pertenece a todos y nos cobija, y todos somos capaces de crearla silvestre para nuestro propio deleite.

La composición musical da muchos nombres, de lo popular a lo clásico en solicitud de rigor, exigencia y excelencia. Nacida a veces de la alegría, a veces del dolor. La música es la ascensión artístico-humana hacia lo superior, a los espacios de un universo placentero, como una serpiente dulce que escala, que alienta sin veneno, que se desliza como un río embravecido o dormido, para plasmar una evidente comunión entre el compositor y el diletante que la disfruta como un recogimiento.

La obra que florece en el jardín del pentagrama llama nuestra atención. Ella nace en la alberca donde puede reposar el amor en un arrebato de trompeta, o en la sutil delicadeza que hay en la cabellera de un violín afinado lentamente. Nace también de la impaciencia de quienes sentados en la butaca de una sala, esperan el programa del concierto para el más impactante deleite del espíritu.

De múltiples maneras ocurre la interpretación. El concertino es una caracola delante del público. Agita el arco y le imprime el máximo dinamismo a su instrumento. Desde la boca hasta los brazos; de pie o sentado. Desnudos los dedos corren presurosos como una serpiente huyente por el teclado del piano o por el lomo del instrumento de cuerdas, de los que salen los más ensayados sonidos en la búsqueda de la perfección consagratoria. Una arquitectura plástica refulge en la sala donde se presenta aquel acto de arte confeccionado por nombres tan diferentes, desde la autoría de la pieza a interpretar, hasta el director que maneja  como un mago aquella batuta empapada de sabiduría.


La música es como la mujer, nació para ser amada. Turba los sentidos como un perfume caro. Es de nieve blanquísima por la inmaculada exquisitez de sus armonizaciones. La música como el mejor sonido del universo, se traduce en matizaciones como las nubes celestes en el gran escenario de la naturaleza. Es definitivamente un arrebato. Con ella el compositor se confiesa hasta el delirio, y el receptor lo deifica por ser aquel creador quien le brinda un pan de azúcares sonoros en sus múltiples vertientes.

viernes, 12 de mayo de 2017

SEGUNDO BARROETA EN LAS PUERTAS DEL TIEMPO (y II)

Mi primer encuentro temporal con la figura del doctor Segundo Barroeta fue un hecho referencial, porque escuchaba nombrarlo en la tertulia hogareña de mi casa en la calle arriba, pues Sofía, mi madre, como ya dije,  era de San Jacinto, y como el pueblo era pequeño, pues los nombres y los apellidos se pegaban en el coloquio de la  gran familiaridad habida en ese tiempo de hace tantos años. Allí el quehacer lugareño nombraba con frecuencia  a los Sarmiento, Parilli, Troconis, Salas, Pacheco, Terán, Valecillos, Morón, Machado, Contreras, pues todo era una sola familiaridad compartida.

Pero también sucedió  que el nombre del doctor Barroeta salía en los periódicos de la ciudad. Lo nombraban en el “Sabatino”, de Joaquín Delgado y en “Hoy” de Azuaje Rincón. Claro, si tenía su Consultorio en la ciudad, y luego,  en el gobierno de Briceño Perozo, por 1958, recién estrenada la democracia, fue llamado para el gabinete gubernativo y nombrado Director de Asistencia Social.  Pero luego, el silencio del tiempo, porque  la diáspora profesional y la necesidad de establecerse en otra ciudad de mayores expectativas y realidades, lo estacionó en Barquisimeto, su segundo gran lugar de vida, por años, por muchos años, hasta este tiempo final en que la inmortalidad  lo abraza por efectos de su sensible fallecimiento ocurrido hace pocos días.

Barquisimeto, ciudad de encuentro y de realizaciones, amplio escenario para una acción global. Hombre y ciudad en simbiosis afortunada, intercambio de vidas que se la brindó obsequiosa la urbe del progreso, y que Barroeta ayudó a construir con el caudal de su ciencia y de su inteligencia humanística como ciudadano de aportes.  Esa segunda patria chica que llega a meterse en los intersticios afectivos y se solidifica como una querencia sensitiva. Ese amor que se despierta por el lugar en que se realizan los sueños. Ese agrado por tantas nuevas adquisiciones en un contexto geográfico y humano extraño, en una definición que se va engrandeciendo hasta convertirse en común, en hogar con plenitudes. Barquisimeto como lugar  grandioso para Barroeta, y éste como ciudadano necesario para Barquisimeto. Una pasión social vivida en plenitud. Y lo más importante, trascendida por las realizaciones.

Desde muchos aspectos puede identificarse la vida de Segundo Barroeta, como médico notable, ciudadano moral, maestro de dimensiones insospechadas, hombre animoso para saber exteriorizar los componentes del espíritu. Su vida fue un aporte dirigido a muchas direcciones distintas, y una confluencia de aptitudes se nos detenemos a describirla por lo que hizo en su largo tránsito biográfico. Da para estudiarlo  y  aprovecharlo  como intelectual; escudriñar en su discurso y hacerlo pasión de nueva escritura, de nueva fulguración.

Los estudiosos  de la ciencia médica, que fue su campo profesional, habrán de mirarlo desde esta perspectiva; como  el docente e investigador que fue en el campo del trabajo médico-científico en la Universidad y otros ámbitos conexos, por ejemplo, la asistencia social que llegó a servir como experto. Los del mundo de la literatura y el lenguaje, estudiarán su discurso expandido en cuatro libros que llegó a publicar, densos, totales, bien estructurados, con el rigor de quien sabe hacer las cosas y dirigirlas con sentido preciso. Son grandes libros sobre una temática regionalizada, constreñida a su entidad natal, pero sobrepasada por la calidad de lo escrito, por la temática, y hasta por el nivel alto de su propio discurso y de los personajes a que quiso acudir para prologar cada una de esas obras: Manuel Bermúdez, su primer libro; Tarcila Briceño, el segundo; Francisco González Cruz, el tercero, y Marco Tulio Mendoza Dávila, el cuarto, en orden consecutivo. La lectura de cada trabajo permite obtener una visión precisa de este autor que, haciendo  cita de un concepto de César Rengifo, nos permite conocer que: “Hoy más que nunca el arte ha de ser clara militancia al servicio del hombre. Yo creo en el arte en función de la humanidad”.

Y otra ocupación poco conocida  por nosotros los trujillanos, porque la realizó en Barquisimeto, fue la de experto conocedor, estudioso y  cultivador de orquídeas, de toda la gama familiar orquidácea. Se hizo conocido en esta escasa ocupación. Esa devoción ecológica lo distinguió también. Y si vemos, se necesitan condiciones muy especiales para asumir este tipo de actividad, como una extremada sensibilidad, amor por la naturaleza y dotes técno- científicas. Los tres nombrados componentes tuvieron base firmes en su condición humana, porque entendió la vida en lo que ésta tiene de complejidades, como un  haz de partes entre lo propiamente biológico y lo afectivo. Ese mundo sensible tan necesario que debe tenerse  para comprender y validar por uno mismo  la  condición humana.


No se negó nada en su vida Segundo Barroeta, no fue mezquino con su persona sino más bien la nutrió de valores en exceso. Nunca puso trabas a sus capacidades y posibilidades, porque fue de mirada ancha para abarcar todos los espacios posibles. Y todo lo hizo con verdad y con honestidad, como un hombre virtuoso. Y eso fue en vida. Y es el legado que nos deja. Como Don Mario “murió de mal de patria”, del mismo tipo de muerte que garantiza la trascendencia y la vigencia más allá del tiempo y el olvido. 

lunes, 8 de mayo de 2017

CUENTA DE ESCRITURA

Cuenta de Escritura fue un hermoso proyecto universitario. Gracias a la disposición del creativo Luis Eduardo Bastidas, que supo dar vida a lo que yo le iba presentando para los contenidos de la página, la gran colaboración del NURR (La ULA en Trujillo) dio para que alcanzáramos las 100 publicaciones con lo que cerramos el ciclo. Ahora, periódicamente las iremos colocando en el blog a disposición de los amables visitantes. Espero les guste esta iniciativa.


EXORDIO

Para dar cuenta de la escritura. Para decir lo que emerge de esa conciencia creadora que abate el tiempo y cristaliza en realidades. Para entender las maneras como el lenguaje es capaz de expresar el mundo y describir los manifiestos. Como objeto literario de una propuesta que vive y eclosiona en una perpetua luz incandescente. Para confrontar el asedio de nuestro propio lenguaje que no da tregua y mantiene al ser creador codificando intrínsecamente lo que es interior básicamente, aunque pueda trabajar con los espantos de lo extrínseco también. Para decir lo que una actitud activa crea en nuestra conciencia como una revelación de ella misma atormentada. Para que esto sea objeto de un encarte de múltiples cánones que permanecen en la latencia de lo oscuro, y vienen a la realidad como una realización de enunciaciones.

narrativa
LOS PORMENORES DE UN SUCESO

La gravedad de una mirada, sólo eso. El códice anunciando una vida. La luz existencial difuminándose allí cerca de todo, como una fundación. Una ciudad cargada de misterios, los pormenores de un suceso. Y aparece la frustración de siempre, la queja inicial, el hastío que no deja ver el bosque. Y allí cerca el hombre mirando el horizonte. El clima abierto, el incesante fluir de una  voz como un río heraclitano que se pierde entre los laberintos por los que camina este mismo hombre.

Es la paradoja de siempre, un nudo que aparece y que lo llena todo. Nada es fácil. Sólo la consistencia de una idea clavada en mí. Sólo el hombre proyectado en esa sombra, en la conciencia. El orgullo concebido en un reposo, la enriquecedora visión que lo narra todo, que todo lo mata; mata lo que soy en la certidumbre de divisar un niño y ver un hombre; de percibir una esperanza y una realidad.

Es la esencia subyacente en la fisonomía de un ser que late allí enfrente, vivo y tierno como una sustancia en formación, en eterna y única formación desde el nacimiento hasta la muerte.

El cotidiano ejemplo del hombre que mira sin mirar, que opina en vano. Nadie acepta su convicción, es sólo un proyecto, una aproximación, un orden formándose. Pero eso sí, es también una verificación de esta realidad en la que vas viendo pasar tu propia vida como un código que tiene principio y fin.

LA NATURALEZA PREFIERE A QUIEN LA CUIDA
Alí Medina Machado

Si ves el paisaje brillante es porque un hombre vecino abrió la ventana para que entrara el sol. Si ves un bosque cultivado es porque un hombre bueno ha regado sus especies. Si ves un prado poblado de animales es porque un ser previsivo ha luchado en contra de la persecución y la extinción.

La naturaleza dicta sus preferencias. Eso es verdad, lo dijo El Libertador en sus arengas conservacionistas. "La naturaleza dicta la preferencia por el virtuoso, el sano y el valiente". Quiso decir, que sólo el hombre con ética la acepta como tal y la protege. La respeta cuando está despierta y sueña con ella cuando duerme. No hay otro valor significativo, pues, si hay naturaleza sana hay hombre sano. Y en esta sociedad se necesita realmente ser valiente para salirle al paso al que arremete con fines inconfesables contra el medio ambiente que nos rodea.

poesía
TRAS MI HUELLA CAMINO

Tras mi huella camino
tras de mi propia huella.

Me he acostumbrado
a romper silencios en la tarde
y hablo con los postes negros
que alumbran
más arriba del sol.

¿No es esto acaso
lo que dicen las quimeras?.

Rodeo los caminos
por los que transito
para llegar a mi propio destino.

Hago circulares las sospechas
de este viaje
para estar todas las tardes
en el mismo sitio de partida.

La vida se estanca ciertamente
se hace una ceremonia unívoca
un soliloquio de gemidos
una delimitación de espacios.

Alí Medina Machado

LA VIDA COMO HUELLA

La vida es una sola huella muerta
que van dejando los pasos vivos.

Las huellas son los recuerdos
de los que saben mirar
hasta el final.

Yo salgo a caminar
desde mi propia huella.

Alí Medina Machado

LA LUMINOSA PLENITUD

“...y el lenguaje, ese fabricante incesante de certezas y sentidos, mostrando su delirio de mundos posibles, su capacidad de nombrar lo inexistente y de hacer de lo real un simulacro.”

Víctor Bravo

creadores
Luis Alberto Rojas
2 cuentos

ENTRE LUCES

Mientras los rayos del sol le bañaban su perfil izquierdo, la luz de la luna alumbraba sus pies; hizo lo imposible para escapar de las manos de aquel fenómeno. Se quedó con luz de la luna, para ello se movió ligeramente dentro de la hamaca. Ahora la brisa mecía las palmeras, el ambiente era otro. Armó su pensamiento y exclamó:

— ¡El mundo pierde cierta gracia bajo el ojo tibio de la vigilia!


MIRADAS

Era un contemplar entre cristales, ambos usábamos lentes; los de ella eran oscuros; los míos, más cristalinos. Dentro de la tasca, estábamos frente a frente, como a seis metros de distancia; no obstante, sentía que me detallaba- Mientras ella bebía su cerveza, no aparté mi vista de sus lentes, el rostro de la joven mostraba juventud, además vestía elegantemente; supuse que tendría menos de veinticinco años. Por su mirar oculto, la imaginé de ojos negros. Estuve acariciando la idea de hablarle, pero preferí no sacarla de su trance visual.


Algo rompió la magia, el mesonero traía su cuenta; canceló en efectivo y le dijo algo en voz baja- De pronto se paró, mi corazón palpitó aceleradamente. Cuando buscaba algo en su cartera, parecía seguir contemplándome. Finalmente extrajo algo metálico, dio media vuelta y al dar tres pasos ya había desdoblado el bastón, éste sonaba al chocar contra las sillas

viernes, 5 de mayo de 2017

SEGUNDO BARROETA EN LAS PUERTAS DEL TIEMPO (I)

En los hombres, en los ciudadanos reales se realizan los pueblos, y bien pueden hacerse memorias útiles en el porvenir. Esa fluencia no desaparece, se nutre con el tiempo, como vemos. El hombre que va fabricando trascendencia social y cultural no sólo realiza la vida y la muestra realizada, sino que busca el mejoramiento esencial de la historia en proyección, desde lo local si es su apetencia, o desde lo más general si es también el propósito de su gestión intelectual, por eso es memoria. El que adquiere bienes culturales por su inteligencia los sabe poner a disposición de los otros, y esos son gestos de ciudadanía por el desprendimiento.

De este tipo de hombres  tenemos ejemplos en Trujillo, muchos ejemplos en el espacio-tiempo de la ciudad, o del estado, en todo caso. Sus síntesis biográficas están recogidas. Varios se han ocupado de ello y se siguen ocupando, con personajes que actuaron en los procesos iniciales de nuestra historia, desde la Colonia en la precisitud, hasta hoy cuando la evolución sigue su ciclo en esa condición que es connatural en el género humano.

Hace pocos días falleció en Barquisimeto un notable hombre trujillano, ciudadano íntegro, veraz, forjado celularmente, el doctor Segundo Barroeta.  Murió en el silencio de su vieja edad de más de noventa años; en la quietud de  una ancianidad adornada por la parsimonia de la voz y del caminar, por esos luengos años de existencia que van acerando en dureza y fragilidad al mismo tiempo los órganos del cuerpo hasta la detención, aunque en Barroeta no se dio tan fácil esta irremedialidad,  vistos sus actuares y sus movilidades ya que estuvo activo hasta muy poco tiempo antes de su fenecimiento. Y,  por demás, dando lecciones de trabajo hasta el final; trabajo útil y provechoso; de intelecto entre la ciencia de la medicina que era su especialidad y  el oficio  de la literatura, que esto último también lo hizo con rasgos de especialidad,   lo que se determina al entrar en la lectura de cada una de sus importantes obras, cuatro que logró publicar con temas genésicos relativos a la trujillanidad.

En un denso epígrafe con que introdujo un trabajo sobre el Libertador, el historiador Lucas Guillermo Castillo Lara dijo que Bolívar ni era silencio ni era polvo, que es ésta una de las condiciones en que quedan los seres humanos una vez que cumplen el ciclo de su vida terrena, como decir  el juego de la nada y del todo, de la desaparición para siempre o de la trascendencia que es lo que permite seguir vivo, hecho memoria para ser nombrado en la posteridad. La voz se hace polvo y el silencio se calla para siempre, hecho nada también. Pero,  por designios esto no ocurre en aquellos que pusieron a actuar su inteligencia, que convirtieron en voces sus silencios y  en lenguaje  sus actuaciones,  por el forjamiento de una obra concreta, hechos  sujetos de cultura,  de lenguaje trascendido; ciudadanos de todo tiempo, como también comprobamos con esa pléyade de hombres de bien que los nombran  las edades para construir la vida de cada nuevo tiempo por la inmensidad de los años y  los siglos.

Segundo Barroeta es un nombre de hombre para nombrarlo siempre, sembrado ahora  profundamente en la raíz geográfica y en la conciencia moral de dos pueblos, Trujillo y Barquisimeto, genésicos ambos, inmersos biográficamente en la más vieja edad patria, conectados a su vez,  por el hilo infinito de la espiritualidad, tanto así entre nosotros que Juan Ramón Barrios, compositor larense es el autor del vals “Trujillo”. Y tanto así,  que como un halo premonitorio o un haz de hermosa empatía, ese vals surgió de una inspiración en San Jacinto, en la bucólica quietud de ese pequeño burgo aledaño a la ciudad pequeña de hace ochenta años, en cuyo espacio había nacido un poquito de tiempo antes el doctor Barroeta, en alero familiar de esa misma estirpe y de ese mismo acervo.


Es realmente sorprendente cómo se van tejiendo los pormenores de la historia más local, y por eso es tan importante ese tipo de historia, la familiar, la hogareña, la amistosa. Todo el tejido social surge de esa comunicación que la va construyendo el tiempo con sus distintos hilos. Y los hiatos generacionales también se van encogiendo y unificando hasta ser un solo manto social, una sociedad común. La diferencia  de edades se va estrechando, hasta llegar a la delgadez que une y se hace también causa o realidad común. Este fenómeno, -no sé si sociológico-, a que hago referencia, en mi caso lo he vivido repetidamente. Y lo explico brevemente con dos casos concretos que tienen que ver con San Jacinto, porque allí tengo ancestros maternos, y era escasamente un niño cuando el doctor Rafael Isidro Briceño era ya el doctor Briceño, pero muchos años después éramos amigos en la participación social conjunta, de tú a tú en el hogar social. Y lo mismo con el doctor Barroeta; porque, cuándo íbase a pensar que aquel muchacho  que por 1955- 56 era yo, voceaba en la calle el pregón del periódico “Hoy”, en cuyas páginas aparecía la fotografía del Dr. Segundo Barroeta, muchos años después recibiría en su casa una llamada telefónica de este mismo personaje, hecha desde Barquisimeto para dar un saludo navideño. El doctor Barroeta, para mi orgullo, era mi amigo, y me citaba en sus libros, y eso me reconfortaba tanto y me enorgullecía.

miércoles, 26 de abril de 2017

FABLAR

Fablar es una página literaria pequeña contentiva de fragmentos literarios distintos que estuve publicando como trabajo de extensión cultural en la Universidad. Hoy quiero recoger los treinta y cuatro números para ir mostrándolos paulatinamente en el blog. Espero que les guste esta lectura.
Damos a conocer el número 1
Gracias por su adicción a la página

EXORDIO
Un espacio pequeño. La poesía como revelación. Esta estética que nos desvela. La ausencia con límites o sin ellos. La irresolución de un instante. La defensa de la palabra. La traída a la luz. La opacidad del mundo. Las soberanías de los signos. La ebriedad. La eclosión de un poema. La operación sacrifical de un texto cortado. Para instaurar sentidos. La dilapidación lúdica de una gráfica. El revestir. “La facultad peculiar de la imágenes de acceder al delirio y así horadar ese conjunto de signos que constituyen la esfera de lo útil”.

(Bataille)
…El reconocimiento de la felicidad. Ver morir quimeras. Las conjuras del verso. La propuesta de un sintagma ineludible. El acto de la provocación de la palabra. La vida del caos. El poder del canto órfico. Ver un creador iluminado. La sustancia del ser el símbolo instalado. La innovación como arrojo.
…para trascender al ser que en este momento existe.

POEMAS DE DORA CASTELLANOS
SIEMPRE AMOR
No sólo por gozarte te he buscado:
también te quiero para padecerte
porque el solo placer de poseerte
no da la plenitud de haber amado.
El vivo resplandor de lo gozado
menos amor es siempre que aquel fuerte
dolor de corazón que nos advierte
la dicha cruel de estar enamorado.

SIEMPRE AMOR 2
Te sufro con dolor, con alegría,
con deleite, con odio, con dulzura,
y la felicidad es agonía.

Si algún día nací, fue para verte,
por saber tu pasión y tu hermosura
para gozarte. Amor y padecerte.

CARTAS A LA EXTRAÑA
José Barroeta

Por ti, por tu nombre y por la codicia de nombre comienza el espíritu. He dejado de pertenecer al concepto y aun cuando no concluye de repartir su oro mi inconsciente tú, para que vuelva cargada de muertos la infancia, abdicas a favor de otros resplandores.
Me escondo en el follaje para que no arrastres la simpleza de mis ojos. Cualquier cubrimiento que hagas dentro o fuera de ellos significa la pérdida del agobio que precede la vida del poeta antes o después del amor.
Como en tiempos de fuga mis carnes son lanzadas a un bosque sin rostro, incitadas por el temor de morar en el centro de otras, como las tuyas, que más que la vida recuerdan los desnudos de Amadeo Modigliani.
Una especie de aire devastador asistía nuestras presencias; lo ilusorio se tornaba sílaba sórdida, muladar, sangre de gusano de seda en víspera de muertos. En tales ocasiones yo me revestía de una inmundicia púrpura, domaba mis sueños para que no escucharas los sonidos.
Cuando ya te supe pérdida, tú estabas preparada para un hombre sometido a menores espasmos, además por oposición a mí amas el equilibrio, injurié la parte de mi memoria que se esconde al mundo.
Debía, por alquimia, cumplir el mandato de los errantes y morir en estado de ráfaga. Pero mi cuerpo pasó a una estación de inimaginable quietud, optó por el letargo donde el espíritu se aposenta en forma de muerte.


fragmentaria
PENSAMIENTO Y GLOBALIZACIÓN (1)
Gabriel Vargas Lozano
Uno de los fenómenos principales que caracterizan el actual período de la historia es el de la llamada “globalización”. Pero, ¿qué es la globalización y cuáles son sus relaciones con la filosofía? Por globalización podemos entender, por un lado, el proceso de mundialización del capitalismo a partir de sus más recientes transformaciones industriales, financieras y comerciales a causa de la tercera revolución tecnológica y, por otro, los efectos internacionales e intencionales de todo lo anterior, en los ámbitos de la política, la comunicación y la cultura en general (Vid Flores Olea, Samir Amin, Noam Chomsky, O. Ianni). La repercusión universal de todos estos fenómenos fue posible por el derrumbe del llamado “socialismo real” que permitió la diseminación de una onda expansiva que se estaba ya preparando desde la década de los setenta pero que en los ochenta se radicalizó cuando Margaret Thatcher pronunció su famosa frase “There is not alternative”, que marca el inicio del neoliberalismo. Esta nueva ideología que forma al actual proceso de globalización no sólo es una estrategia económica y política sino toda una concepción del mundo y de la vida ideada, entre otros, por un teórico que tenía una formación filosófica llamado Friedrich von Hayek. Así que aquí tenemos una muestra de que la filosofía es utilizada, con frecuencia, como legitimación y fundamentación de las formas de dominación.
Pero el neoliberalismo y su concepción de la vida basada en el individualismo posesivo, la aplicación de la lógica del mercado en todas las relaciones humanas, el Estado mínimo, el desmantelamiento del welfare state y la democracia limitada, no ha venido solo. Acompañan a esta ideología otras que también pretenden basarse en la filosofía como la "luminosa" idea de Fukuyama acerca del fin de la historia (pretendidamente apoyada en Hegel), que pretende dar por clausurada la lucha entre capitalismo y socialismo declarando a la sociedad de consumo y a la democracia liberal (siempre entendida como forma de dominación o recambio de élites) como el horizonte "definitivo" de la historia. Los posmodernismos Lyotard y Baudrillard que declararon la muerte de la modernidad, el fin de los “metarrelatos” (palabra abusiva con la cual se pretende eliminar el contenido gnoseológico y ontológico de la ciencia social y la filosofía) y su preferencia por la "pequeña política" del vecindario, justamente en el momento en que se requieren respuestas globales a males globales como la cada vez más grande desigualdad entre el norte y el sur; la profundización de la alienación humana; el efecto invernadero y la oasis de los sistemas ecológicos, entre otros males. Y junto a lo anterior, el fin de las soberanías y las identidades nacionales.


POEMAS
Dante Milano
PIEDRA

Piedra, cosa del suelo, faz parada,
Indiferente a la caricia de la mano,
Figura inerte que no siente nada,
Cuerpo con el cual puedo abrazarme en vano,

COMIENZO DE LA NOCHE

Yo iba perdido en mí, pensando en mí.
La existencia desierta.
La calle oscura.

Sentía la tristeza de los felices
Viendo reír sola a la estrella de la tarde...

¡En qué altura estaba!
El resto era inmenso,

Todo es exilio.
*Lírico Brasileño


EL LENGUAJE POÉTICO
Fernando Pereira de Barros*

…y los signos son
desde las edades lejanas el lenguaje de los dioses.
(Hölderlin)
La evolución verificada en la poesía y los límites a que se procura forzar la utilización de la misma palabra, nos plantean el problema de preguntar cuál es el destino del “poetizar” y el de pretender averiguar si no estamos delante de un equivoco que llevará a la destrucción de la poesía, como organización del saber.
Más exactamente: intentamos averiguar si el empleo de la palabra, sin preocupación por un sentido, de una forma arbitraria o sistematizada, puede continuar valiendo como construcción poética. Y, en este caso, si la poesía se organiza por mediación de un lenguaje, cuyo sentido los poetas ignoran, ¿en qué fundamentan ellos su uso como material poético?
Podríamos intentar ahondar esta cuestión, pensando primero en lo que es la poesía, mas nos alejaríamos así de lo que deseamos sea nuestro tema principal: cómo puede la palabra organizarse poéticamente y cómo, poetizando, usamos y justificamos el lenguaje empleado y que sentido atribuimos a las palabras elegidas.

Por otro lado, ¿cómo pensar la cuestión de lo que es la poesía, sin definir lo que es pensar? Y para enfocar mejor nuestro tema, no serán de nuestro objeto ciertos problemas habitualmente estudiados al considerar a la Poesía como el placer estético, la emoción poética, la comunicación emotiva, etc.

domingo, 23 de abril de 2017

SOBRE EL SANTO SEPULCRO DE LA CHIQUINQUIRÁ (y II)

La historia menuda de la ciudad de Trujillo no ha sido otra cosa en el tiempo que una gran conexión familiar, un encuentro de intereses y preocupaciones familiares por dar  vida a las tradiciones por medio de actividades encaminadas  a mantener y actualizar hechos y circunstancias vivenciales. Son nexos familiares y conexiones derivadas de  los nudos históricos que aparecen cuando se trata de acometer una tarea de vinculación entre el presente y el pasado. Y siempre ocurre lo mismo, como podemos ver en el caso de la historia del Santo Sepulcro de la Iglesia de Chiquinquirá. Y a la luz de la verdad es, ha sido el grupo familiar, el que ha procurado y conseguido cosas para las instituciones citadinas, esencialmente para las iglesias, tanto así que de proponerse un inventario histórico de su contenido con respecto a las imágenes, pues todas ellas han provenido  directa o indirectamente de la acción familiar como es comprobable si se investiga en periódicos, memorias y otros documentos testimoniales.

En una recopilación mía sobre la iglesia en la ciudad, en lo que respecta al Santo Sepulcro, pregunté: ¿Y lo del Santo Sepulcro?, para responder: “Esta historia es interesante y tiene un matiz de rareza por los testimonios. Algunos sostienen que el Santo Sepulcro vino inicialmente para la santa Iglesia Matriz (no es cierto). Sépase que según fuentes periodísticas la iglesia Matriz fue consagrada Catedral en aquel año de 1912 –en septiembre-, en el homenaje al padre Estanislao Carrillo. Y  por tal acontecimiento se la dotó de imágenes y ornamentos, quizás el más resaltante, fue un santo Nazareno que permanece en ella. Joaquín Delgado dice: “Cinco Capillas lucen la incomparable belleza de esas imágenes a todo lo largo de sus naves laterales. El Bautisterio, pintura de otro artista italiano, Don Luis Fontana, quien fue llamado para decorar al óleo aquel templo. El Nazareno, obra maestra que tiene sus símiles con la imagen del Nazareno de San Pablo en Caracas, donada al templo por Don Juan Bautista Carrillo Guerra y Otros…”

Es cierto, que el Santo Sepulcro  fue traído a Trujillo directamente para la iglesia de Chiquinquirá. Testimonios  fehacientes como los de las familias Carrillo Braschi y Urdaneta Braschi, sostienen que efectivamente el Santo Sepulcro llegó a Trujillo en los meses finales de 1912,o principios de 1913,  donado por Juan Vicente Gómez  para la iglesia de la Chiquinquirá, pues su principal animadora  por muchos años  fue la señora María Braschi de Iragorry, y su esposo Don Andrés Iragorry, ciudadano de prestigio en aquel tiempo, quien  encabezó la  petición que fue correspondida por el mandatario nacional. La señora María vivió siempre en la calle Independencia  entre las esquinas de los Carrillo y esquina de los Durán; lugar que corresponde  hoy,  entre el Viejo Almacén Maldonado y la  Casa del Pueblo. Y cuentan que en sus últimos  años de vida la noble dama esperaba la bajada de la procesión en el frente de su casa, y  allí hacía una parada el cortejo para que ella besara a Jesús yacente en  la urna del Santo Entierro, que luego proseguía hasta la casona de la esquina, abajo. Y Aquí, en la esquina Carrillo, se encontraba con la sagrada imagen de La Dolorosa y la marcha procesional  continuaba su lento caminar  hasta la Iglesia Matriz.

Si se escudriña bien la historia  de estas dos iglesias principales de la ciudad, se conocerá que hubo lapsos  intermitentes  en que el Santo Sepulcro pernoctó en la iglesia Matriz. En la década del cuarenta, siendo párroco el padre Juan de Dios Andrade, hubo la reparación total de la iglesia de Chiquinquirá, y los santos y ornamentos hubieron de ser repartidos. El Santo Sepulcro estuvo un tiempo en Matriz hasta que fue regresado. Luego, con motivo de la construcción del nuevo templo, fue llevada la santa imagen al templo principal, para regresar nuevamente a su parroquia chiquinquirense.

Los vínculos, nexos familiares, repito,  han sido los grandes propiciadores de las donaciones que han tenido nuestros templos  citadinos aquí en Trujillo. Los más representativos, Juan Bautista Carrillo Guerra entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, luego las generosas hermanas Carrillo Márquez - Carrillo Guerra, que se cansaron de donar durante la primera mitad del siglo XX, entre otras donaciones, la Casa Hogar Monseñor Carrillo, los primeros terrenos para la construcción del Seminario, la Capilla del Colegio Santa Ana,  hoy Auditorio de la Casa de Carmona del NURR.  Y el más generoso mecenas trujillano, Jesús María Lozada, quien se propuso dotar de testimonios artístico-religiosos a la ciudad y a más allá, si vemos que fue el donante del sevillano Santo Sepulcro de Pampanito. Lozada, de larga residencia en Caracas, cada vez que venía a Trujillo a reencontrarse con familiares y relacionados, traía consigo lámparas, imágenes, cuadros y otros objetos artísticos  que lo mantuvieron representado  en la iglesia Matriz  y el Country Club “24 de Julio”, institución social ésta  a la que donó la inmensa lámpara que adorna su cúpula principal, y una serie de lámparas y otros artefactos ornamentales de menor tamaño para todos los espacios del edificio, lo mismo que a la iglesia parroquial de Santa Rosa, cuya lámpara principal la dejaron caer en el momento de su instalación, y Lozada, en un gran gesto de desprendimiento,  la sustituyó por otra de la misma calidad. Otro caso resaltante lo constituye la serie de imágenes del Viacrucis (1942), que vemos en las paredes de la iglesia Catedral, una donación familiar llegada desde El Canadá por intermediación del padre Vicente Valera Márquez.

El fenómeno religioso es luz, tiene que ver mucho con la luz. Por eso la iglesia es un hogar, porque hogar, dice el diccionario, es sitio donde se enciende la lumbre. Y la iglesia católica en Trujillo ha sido históricamente ese hogar familiar y ese parentesco que nos ha unido como una sola hermandad;  parentesco  humano-espiritual afectivo que se  aparece cada vez que miramos el ayer histórico para tratar de conocer nuestro destino como comunidad  viva y comprometida.

jueves, 13 de abril de 2017

SOBRE EL SANTO SEPULCRO DE CHIQUINQUIRÁ (I)

Los que somos de la parroquia, primordialmente,  y los de la ciudad también, en Trujillo, por esta época de Semana Santa, sentimos identidad con las imágenes de nuestras iglesias, esencialmente con el Santo Sepulcro, en la Chiquinquirá y con la Dolorosa en la santa iglesia Catedral. Al rememorar aparecen en la mente ambas imágenes sagradas, se hacen cuadros vivientes que nos parecieran presenciar en su desplazamiento por las calles, el Viernes Santo, en su recorrido de subida hasta los predios del colegio de las monjas, al principio de Carmona, y  de bajada, hasta la iglesia matriz.  Pero antes  de llegar al templo principal  se encontraba Jesús yacente con la Madre, en la esquina de “Almacenes Maldonado”, recuerdo, en el límite de las dos parroquias centrales de la ciudad. Y la muchedumbre de fieles apesadumbrados, y las ruidosas “matracas”, que desde el día anterior, jueves, sustituían las campanas, porque no se podía repicar, aunque las matracas eran también un repique ruidoso hasta el estruendo, y producían temor en los niños de lo cual fuimos testigos, pues fuimos niños temerosos en aquellos años ya distantes, en los que nuestros padres sostenían con firmeza y fe un catolicismo practicante y auténtico que nos sirvió de ejemplo moral, o más, de adquisición en el afianzamiento de valores, a nuestra condición espiritual creyente.

La Semana Mayor, que no llegamos a entender este sintagma tan conmemorado , sino mucho tiempo después, como proceso fundamental  en la instauración de las prácticas fundacionales de la iglesia, renovación  anual de antiguas tradiciones, de tanto sabor histórico y litúrgico(…) de los santos días de cuaresma, “Los más grandes misterios  de nuestra redención, es decir, la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, fueron celebrados cada año por la santa madre iglesia, desde la época apostólica, con una solemnidad muy singular. Se conmemoraron ante todo los momentos más salientes en un especial triduo, llamado de: Cristo Crucificado, Sepultado y Resucitado”.

Estábamos lejos de entender esa disposición conmemorativa. Solamente asistimos como testigos mudos de aquella procesión monumental, plena de un aura musical que interpretó por años la Banda “Sucre” del Estado, con piezas del repertorio clásico religioso venezolano, muy hermosas también, pero que pasaron años antes de saber que eran el “Popule Meus” de José Angel Lamas, y la “Marcha Fúnebre” de Selle, composiciones  gravitando en la memoria recordatoria de una época local repetida año tras año antes, pero que desapareció en su esplendor musical cultural, una vez que advinieron los tiempos en que la organización musical oficial del Estado se hizo mayormente académica y profesional. De todas maneras, en la recordación, la acción participativa quedó como aura afectiva en la definición del contexto diacrónico en que se pueda inventariar el pasado socio-cultural de esta ciudad de Trujillo.

Un sabor de reminiscencia aparece en nosotros en cada Semana santa, de una época en que la ciudad se refugiaba alrededor de la iglesia  para dar cuenta de su vida cristiana, de una especial dignidad salida de la familia entera, porque no eran solamente los padres los que se dirigían al templo con singular recogimiento, sino  los más jóvenes también: escolares, por demás, que recibíamos una lección ritual en la escuela, como ejercicios de devoción inculcados por sanas preceptoras, pues tuvimos maestras en casi todos los grados de la primaria, que se interesaban en darnos esa práctica cristiana, esa breve liturgia que la cumplíamos en la pequeña dimensión de nuestra edad, sin llegar a entender ni un poco de su inmenso significado.


La ciudad de Trujillo ha ahondado en el tiempo su vocación religiosa. Esta conducta espiritual le señala una condición de identidad. Le ha prodigado memoria histórica y biografía imperecedera. Lo religioso entre nosotros se exhibe como un contenido fundacional, que el tiempo ha mantenido para conocimiento y práctica de las generaciones. Es lógico pensar que los tiempos cambian y se van actualizando por las contingencias que impone la misma dinámica social. Pero, al nombrar lo pasado, desearíamos  que   esos hechos propicios no sólo los viéramos  referentes de recuerdos,  como cuadros inexpresivos, sino antes más bien, como ensayos históricos que den pie para recobrar  fuerzas morales   vencidas por el tiempo, pero  rescatables y puestas  de cimiento a otras fuerzas nacientes,  para un fortalecimiento de la conciencia social tan decaída y vulnerada  en este tiempo crítico que estamos viviendo los venezolanos.

martes, 4 de abril de 2017

VÍCTOR MANUEL ZAMBRANO: UNA SEMBLANZA

Esta semblanza  del profesor Víctor Manuel Zambrano, que acaba de morir en medio del dolor familiar y amigo, debí escribirla antes. Y debió, en todo caso,  ser un homenaje ético a una persona  viva que desbordaba  capacidad, cariño y amistad  entre nosotros; existencia  que ahora se apaga físicamente, pero nunca de espíritu ni  de afectos, porque su nombre  goza de la gloria eterna, de la misma gloria  que merecen aquellas personas que en vida tuvieron espíritu, afectos y nombre, como una consagración, o mejor aún, que la lucharon  y  ganaron  por sus realizaciones terrenas.

Hace tiempo había ese llamado de atención conmigo mismo de comenzar a historiar al profesor Zambrano como personaje merecedor, no del elogio, sino del reconocimiento, no de un simple panegírico, sino de escribir  sus hechos  para una preservación moral,  porque en este educador supo prevalecer la conducta humana, silenciosa pero eficaz, callada pero llena de pedagogía, de una sana pedagogía en valores, porque el profesor Zambrano tensionó una personalidad integral que todos le conocimos, los de antes porque supimos de sus actuaciones cuando llegó a esta ciudad en funciones de supervisión educativa, por los años de la década del sesenta, y los de luego, porque lo vieron actuar en las diversas causas que lo motivaron al servicio, como hombre útil para la formación y conservación de los valores sociales más trujillanos, para la creación de una ciudadanía apropiada  y trascendente.

Yo tuve la suerte de ser uno de sus amigos iniciales, de conocer su hoja de vida, de compartir con él,  no posiciones, pero si inquietudes, ya que desde  temprana edad hemos andando los caminos de la educación. Zambrano venía fortalecido a hacerse cargo de un organismo que estaba muy debilitado: La Oficina Regional de Educación de Adultos. Venía de una escuela e hizo escuela. Venía de una legión andragógica muy nutrida en formación. Era uno de ellos y nombraba con asiduidad a sus compañeros de campaña.  Era la escuela de educación de adultos, como se llamaba,  que tenía de epónimo  a Luis Beltrán Prieto Figueroa, y la constituían, entre otros Félix Adam, Inocente Vásquez, César Navarro Torres, Pedro Tomás Vásquez, Luis Contreras, Hugo Fernández Oviol…Víctor  Manuel Zambrano era uno de esos nombres. Siendo de ellos él los nombraba con alegría y satisfacción. Eran sus compañeros. Esos nombres, valiosos todos, se quedaron como paradigmas en medio de nosotros, gracias a que Zambrano los repetía, como para dar mayor consistencia a sus delicadas funciones supervisoras.

En Trujillo, la ciudad epicentro de esa Supervisión, este buen funcionario consiguió también un grupo profesional de excelentes condiciones, por lo que el éxito de cada campaña  no se hizo esperar. Su gestión fue positiva, y su arraigo en la ciudad comenzó a gestarse desde entonces, porque vio aquí un escenario socio-comunitario acordemente apropiado con lo que era el fundamento de su profesión docente y de su vida total, y lo fue siempre: la educación y la cultura como proyectos interiores para acrecer el sentido de la existencia. Zambrano entonces se fue haciendo y se hizo al final, uno de los ciudadanos de la ciudad: con un grado de compenetración que se convirtió en amor creciente por lo local, por todo lo que significara trujillanía; en una correspondencia  devenida en trabazón, en abrazo; una atracción que lo fijó a la tierra para no poder desprenderse ya más, como vemos que  sucede entre el hombre y el suelo, por ese concepto de siembra y pertenencia,  dupla de ancestros  y  acervos de que tanto nos habló don Mario Briceño Iragorry.

Hay en mí otra deuda contraída con él, porque me pidió reiteradamente que escribiera sobre el Dr. Miguel Rodríguez Pozo, padre de la señora Consuelo y de otros hijos llenos de afectuosidad como ella. Lo pude hacer y no lo hice. Tengo que hacerlo ahora, porque en el fondo de aquel pedimento subyacen valores del profesor Zambrano, como la afectividad, la lealtad, la familiaridad con los suyos, la gracia de querer mostrarles lo que conformó  la vida de un hombre importante de la trujillanía, como fue sin duda el doctor Rodríguez Pozo de dilatada actuación jurídica; mostrar afectos filiales como una pedagogía para la vida de las nuevas generaciones familiares, y aun, sociales de esta comunidad específica.

Hombre preocupado, como el más, por la suerte de la ciudad, fue el profesor Víctor Manuel Zambrano. Tantas veces intervino en jornadas en las que se buscaban las reivindicaciones que requería esta ciudad  nuestra, tan maltratada, y tan vulnerada por la incomprensión. Hubo dolor en él por Trujillo, y lo manifestó siempre como  muchos sabemos porque estuvimos a su lado, y su voz sonaba y su idea, su inconformidad por un estado de cosas sociales que no tenían razón de ser en una urbe de tantos aportes, de tanta intelectualidad, de tantos ciudadanos  representativos.

En los hombres buenos siempre hay la primacía de lo espiritual. Víctor  Zambrano goza en su integración como persona que fue, de esa condición que lo valora y distingue. Estoy hablando en presente porque quiero  destacar que en los grados de saber los individuos con sus actuaciones dejan traslucir sus principios esenciales, los rasgos de su personalidad, y en Zambrano no había sino una apetencia interior, un deseo o un sentido nunca material, sino de adentro, del corazón, seguramente. Porque cito: El núcleo fundamental del espíritu es el corazón, el santuario de sentimientos de donde se originan la voluntad, la energía y la determinación de cualquier persona para su verdadera mejoría en el interior de sí misma.” Tuvo entonces dolor interior  por Trujillo. Y esa preocupación es un agregado a su valoración como persona y como ser moral.

Formarse en el  servicio con desinterés propio es una virtud no muy apetecible para el común de las personas, pero lo es en aquellos que sí tienen desarrollado su mundo interior, que aprenden a sentir que los ideales tienen tinte moral, que son especie de “categoría del ser, una forma de cultura, que se hace un saber, un sentir”, por lo que acuñan esa conducta y la ejercen en todos sus comportamientos. Además, de que hubo en él la constante observación que brindó a un mandato de la pedagogía cultural que nos habla sobre que, “el hombre debe perfeccionarse  en el mundo”, como un anhelo, una satisfacción dentro de su propia definición espiritual que lo lleva a la trascendencia. Y eso hizo en su realidad viviente, cuando mostraba la imagen de una persona equilibrada y ponderada, sin ostentaciones ningunas, solamente interesado en vivir en consonancia con su buena formación social, moral y cívica.

Con este concepto, humanizado, Zambrano fue, por encima de todo, un personaje sociable, tratable, amigo de todos en la conversación cotidiana que la ejercía caminando por el centro de la ciudad, sin mirar jerarquías ni escogencias, porque en el fondo toda palabra vale y dice, cuando se pertenece al ámbito de la igualdad humana, como simples personas que somos. Responsable en eso de entender que socialmente  todos somos hermanos y debemos  dar causa para la amistad y la correspondencia. De modo que mucha parte de su personalidad estuvo sustentada por su sencillez personal, como un don.


Tengan la seguridad de que la ciudad de Trujillo, por su gran fibra moral, quedará eternamente agradecida con este ciudadano que llegó a ella un día desde su tierra tachirense, y comenzó a tejer una historia educativa que sobresalió de su .ámbito concreto hasta otras dimensiones. Su marca entonces es esa ejemplificación  de haber sido de trabajo y humilde, y de una gran consistencia  interior como son las personas humanas en su autenticidad.