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domingo, 28 de mayo de 2017

EL HIMNO AL ÁRBOL

La escuela venezolana se ilumina musicalmente el último domingo de mayo con la celebración del Día del Árbol. Este día se canta. Sobre las baldosas de las escuelas cantan los niños y los maestros  el Himno al Árbol. Ya son fastos  remotos. En este tiempo lo siguen cantando, por lo que, afortunadamente, se conserva la tradición “Al árbol debemos  solícito amor, / jamás olvidemos que es obra de Dios. / El árbol da sombra/ como el cielo fe, / con flores alfombra/ su sólido pie.”

El talento de los maestros  se manifiesta en esta fecha escolar  tan hermosa, y la alegría de los niños. Los maestros  inculcan en los niños,  en este día, un gran amor por el árbol. Muchos de ellos  los llevan directamente hasta la naturaleza cercana. Les hablan del árbol con mucha reverencia y respeto. Estremecen sus corazones delante de las especies. Les infunden respeto por ese símbolo vegetal. Y los niños, alrededor de los árboles, comienzan a jugar y a retozar alegremente.   “Sus ramas frondosas/ aquí extenderá/ y flores y frutos/ a todos dará”,

Fuimos  escolares de aquellos tiempos, y llegamos a cantar este himno muchas veces. Nos llevaron los maestros a los campos cercanos, a la naturaleza en vivo. Y de aquellos árboles comimos sus frutos: los mangos, los mamones, las guayabas, los nísperos, los anones, los caimitos… El paseo escolar por esa ruralía cercana se hizo inolvidable. Uno quería comprender el sentido de la estrofa cuando encontraba aquellos árboles frutales en las gargantas de los caminos. Eran héroes y santos para nosotros. Solíamos coronarlos al verlos repletos de tan sabrosos frutos. “Él es tan fecundo/ rico sin igual, /que sin él el mundo/sería un erial.”

La riqueza de los árboles la veíamos en sus ramas, en sus hojas, en sus frutos. Árboles de verdes distintos, de hojas distintas, de troncos  distintos. Árboles que no dejaban que se afectara la tierra y por eso no había tanta erosión, ni grandes grietas en los cerros, ni extensiones peladas como ahora. No era un erial el mundo, aunque hoy está a punto de serlo. “No tendría palacios/ el hombre, ni hogar, / ni aves los espacios, / ni velas el mar.”

Tal vez en aquel lejano tiempo escolar, no llegamos a comprender cabalmente el sentido de algunas de estas estrofas. Feliz el poeta que si las comprendió al escribirlas. Pero, el tiempo nos fue enseñando que del árbol emergen tantas cosas. Que, inclusive, es un rico bastión del idioma por tantas palabras que genera su existencia útil. “Ni santuario digno/ para la oración, / Ni el augusto signo de la redención.”

Las iglesias, los templos se gestan en el árbol. Ellos son la génesis de sus grandes columnas, como los “cedros centenarios” de la iglesia matriz de Trujillo. El árbol purifica el sentido de Dios en las iglesias. Sustenta la huella de Dios, su presencia, su hálito de gloria. Por eso se habla de que es signo de la redención, por los maderos, por sus aromas, por sus perfumes regados en su propio e inasible misterio sacro. “No existían flores, / ni incienso, ni unción, / ni suaves olores/ que ofrendar a Dios.”

Y continúa el halo de evasión, el gozo de su fiesta sagrada. El árbol lo da todo en el júbilo eclesial del hombre. Las oscuras pátinas del tiempo de la existencia conservan el olor del  árbol  que  jamás muere, pues se hace recuerdo en los recintos, en el viejo mito, en los marcos del mármol de los frontispicios, en el aliento de los huesos de nuestros  padres, en los horcones antiguos de las primeras casas. En fin, en todo lo que es ofrenda, el árbol corona la existencia como un himno.

Mayo existe en nosotros por varias cosas: por la fiesta de la Cruz, tan hermosa, y por la fiesta del árbol, cuyo himno llena en este tiempo un cuenco de nostalgias. “Al llegar el mes de mayo, sentimos una sensación de primavera. En nuestras escuelas, llenas de claridad y de esperanza, y en las voces de los niños impregnadas de dulzura y amor, ha hecho nido una hermosa canción: es el Himno al Árbol.”

Iluminemos todos este último domingo de mayo. Al precio del amor cantemos la canción escolar. Que un gozo y un placer infinitos nos alcance. Que nuestras voces sean iguales a las voces de los niños. Cantemos esta estrofa fecunda: “Al árbol debemos/ solícito amor, / jamás olvidemos/ que es obra de Dios.”  

jueves, 25 de mayo de 2017

ELOGIO DE LA MÚSICA

Músicos en la Orquesta / E. Degas
Me habían dicho que la música es una devoción, una escritura del humanismo, una hechura de manos portentosas. Sí, lo creí. Y pienso que es más, mucho más. Ella deviene belleza viva, eternidad sonora, universo sin edades. La música acompaña al hombre. Ha de creerse esta aseveración. Los compositores que la han cultivado y ejercido están exaltados por la cultura en la civilización total.

De manifiestos diversos por el hilo del tiempo. La música es una revelación sonora del arte alrededor del hombre; de los hombres que la aman divinamente, a los que hace devotos de sus nardos sonoros cuando espiga desde los instrumentos. La antigüedad la contiene y la modernidad también. Es un solo compás de armonías dulces por los siglos.

La música es la orfebrería del intelecto. Ritual para la amatoria persecución  de lo ideal; puesto de honor en las apetencias espirituales del ser humano. La música que florece es una escritura plena cuando ha de escribirse, aunque sus manifiestos a veces responden únicamente a la oralidad, a la  musitación solamente. Y es la inspiración la que actúa entonces, porque en el fondo nos pertenece a todos y nos cobija, y todos somos capaces de crearla silvestre para nuestro propio deleite.

La composición musical da muchos nombres, de lo popular a lo clásico en solicitud de rigor, exigencia y excelencia. Nacida a veces de la alegría, a veces del dolor. La música es la ascensión artístico-humana hacia lo superior, a los espacios de un universo placentero, como una serpiente dulce que escala, que alienta sin veneno, que se desliza como un río embravecido o dormido, para plasmar una evidente comunión entre el compositor y el diletante que la disfruta como un recogimiento.

La obra que florece en el jardín del pentagrama llama nuestra atención. Ella nace en la alberca donde puede reposar el amor en un arrebato de trompeta, o en la sutil delicadeza que hay en la cabellera de un violín afinado lentamente. Nace también de la impaciencia de quienes sentados en la butaca de una sala, esperan el programa del concierto para el más impactante deleite del espíritu.

De múltiples maneras ocurre la interpretación. El concertino es una caracola delante del público. Agita el arco y le imprime el máximo dinamismo a su instrumento. Desde la boca hasta los brazos; de pie o sentado. Desnudos los dedos corren presurosos como una serpiente huyente por el teclado del piano o por el lomo del instrumento de cuerdas, de los que salen los más ensayados sonidos en la búsqueda de la perfección consagratoria. Una arquitectura plástica refulge en la sala donde se presenta aquel acto de arte confeccionado por nombres tan diferentes, desde la autoría de la pieza a interpretar, hasta el director que maneja  como un mago aquella batuta empapada de sabiduría.


La música es como la mujer, nació para ser amada. Turba los sentidos como un perfume caro. Es de nieve blanquísima por la inmaculada exquisitez de sus armonizaciones. La música como el mejor sonido del universo, se traduce en matizaciones como las nubes celestes en el gran escenario de la naturaleza. Es definitivamente un arrebato. Con ella el compositor se confiesa hasta el delirio, y el receptor lo deifica por ser aquel creador quien le brinda un pan de azúcares sonoros en sus múltiples vertientes.

sábado, 1 de abril de 2017

PROGRAMA RADIAL ESPECIAL CON MOTIVO DE LOS 77 AÑOS DE RADIO TRUJILLO

TRUJILLO EN LA MÚSICA DE EZEQUIEL PAREDES
PRODUCIDO POR ALI MEDINA MACHADO
LOCUTOR PROFESIONAL Nº 5052  DEL MINISTERIO DE COMUNICACIONES
CONDUCCION TÉCNICA. NUMA BARROETA

TRUJILLO, 4 DE FEBRERO DE 2017

CONTROL. Cortina musical… aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Señoras y señores, muy buenas tardes. Hoy, la emisora del pueblo trujillano, Radio Trujillo, está celebrando 77 años de vida, ininterrumpidos, desde aquel lejano año de 1940, cuando Don Pedro J. Torres, visionario hijo de la ciudad, dio vida a una  empresa radial que, desde entonces, trabaja incansablemente por los intereses vitales de esta localidad capitalina, y por todo el estado, como está demostrado en su extensa bibliografía existencial. Honor a Radio Trujillo en su septuagésimo séptimo aniversario. Honor a una de las empresas históricas fundamentales de la Ciudad de la Paz.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Estamos empleando como cortina de fondo en este programa especial, música de la Banda Oficial de Conciertos “Laudelino Mejías”, en un disco compacto de la Fundación “José Antonio Carreño”.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. La música es una de las fortalezas de Trujillo, uno de sus signos de identidad más notables y significativos. Por la música ha vivido el hombre y la comunidad por siempre, por lo que en todos nuestros pueblos aflora el acontecimiento musical, y se hace presente por medio de sus géneros populares para con ello ir fabricando la geografía espiritual de nuestra entidad total. Y en la ciudad de Trujillo, nuestra ciudad, ni se diga: su historia está llena de acontecimientos musicales por medio de instituciones, grupos, asociaciones, compositores e intérpretes de los más diversos géneros, como está recogido este patrimonio en un buen grupo de álbumes discográficos, y en archivos, más que todo de tipo privado, aunque también los encontramos institucionalizados.

De esa gran gama de compositores e intérpretes, hemos creído conveniente en este programa especial con motivo del Día de la Radio Trujillo, que así llamamos los trujillanos el aniversario de la emisora, cada 4 de febrero, rendir un pequeño homenaje de reconocimiento y de cariño, a un intelectual de las nuevas generaciones, el Licenciado y Profesor Universitario EZEQUIEL PAREDES, que de manera eficiente sobresale hoy día entre nosotros, por su constante participación y quehacer productivos, tanto en la escritura , que lo está haciendo muy bien, como en la producción temática musical, con piezas que describen  física y espiritualmente a la ciudad, tanto en su significación geo-histórica, como en sus nombres y lugares, a los que les  sintetiza sus cualidades, con letras apropiadas y con música acordada, para darnos páginas sentimentales que llegan al corazón, y hace sentir la emoción de la más genuina trujillanidad. Ezequiel Paredes es un hijo auténtico de esta tierra de la paz, con la que se identifica en toda su plenitud.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen... se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR.  Ezequiel Paredes es oriundo de estos contornos, de la cercanía de Radio Trujillo. Emocionalmente vive apegado a estos paisajes, a su gente, a sus sucesos, grandes y pequeños sucesos ocurridos en este largo trecho de más de medio siglo. Pero, Ezequiel es hijo también de la ciudad, a la que canta con la devoción que enseña la espiritualidad, el mundo interior sensible de los compositores, de los que son creadores intelectuales.

La parte musical del programa la vamos a iniciar con un tema que se titula CANCION A TRUJILLO, letra de Ezequiel Paredes, música del profesor Alfonso Rodríguez, arreglo musical del profesor Richard Salas. Y vocaliza Maoli Aranguren.

CONTROL: Canción a Trujillo… primer surco del disco C. D.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. El paisaje de nuestra ciudad nos atrae a todos, como una bendición. El bucolismo nativo ha sido numen para el ansia creativa de los compositores musicales, de los poetas, de los artistas plásticos…Lo acabamos de percibir en  el reflejo de la letra de la canción de Ezequiel, en la que habla del amanecer que resplandece,  la intensidad del azul celeste, los cerros seculares de armónico verdor, como nos dice. Tierra ésta en que han nacido maestros musicales, educadores, poetas, artistas, cantantes a granel; todos poseedores de una gracia humanizada que los hace trascendentes y en eterna permanencia.

Ezequiel, formado en la Universidad Central de Venezuela, en Ciencias Contables. Hizo rendir largamente su importante carrera profesional  en diversos ámbitos de Caracas y de Trujillo, hasta una función docente universitaria efectiva y reconocida. Pero,  atendió también el llamado de la tierra, y desde hace años está en Trujillo, creciendo con sus realizaciones, aportando sus conocimientos, no tanto en los asuntos específicos de su profesión, sino abarcando un contexto cultural-social, que se dimensiona en la escritura ensayística, con producciones de importancia, y en asuntos de la creación artística, de la composición de canciones que hasta ahora, recoge una interesante producción, con características toda ella de elevada condición vernácula local, en la que resalta lo geográfico, lo paisajístico y el ámbito ecológico natural.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Un total de ocho composiciones hemos seleccionado  para este programa especial que estamos ofreciendo en el momento celebrativo  de los 77 años de Radio Trujillo. Ocho piezas musicales que tiene que ver con la ciudad, por la identidad amatoria de un autor que ve popularizar sus creaciones en la misma ciudad, en medio de su gente, en medio de instituciones  que están haciendo historia, por su entrega, por la pasión en el cumplimiento de los objetivos propuestos, como la Fundación “José Antonio Carreño”; por el aval que brindan profesores de alta categoría académica, como Alfonso Rodríguez; por instituciones educativas que cumplen una labor de difusión y extensión cultural como la Coordinación de Extensión y Cultura del Núcleo Universitario “Rafael Rangel” de la Universidad de Los Andes, o como la emisora Radio Trujillo que, históricamente sabemos, ha sido el centro inspirador y asistencial de los grandes y pequeños compositores trujillanos que hemos tenido.

Ezequiel Paredes aparece involucrado en este acontecer. Su ayuda a la construcción de nuestra cultura popular actual es de mucho valor. Y vemos ese valor a través de su cancionística.

Pero, así mismo, no puede ser el compositor extraño  a su propio quehacer interior, a su mundo espiritual afectivo. Y vemos que Ezequiel vuelve sobre sí mismo para hablar de sí, de sus vivencias internas, de su estado afectivo, del acontecer de su espíritu. Por eso, esta segunda entrega musical de su autoría se titula: CÓMO TE RECUERDO, con música del profesor Freddy Aranguren, arreglo musical del maestro cubano-español Juan Manuel Acosta. Y La canta: Rosendo Morillo.

CONTROL. Cómo te recuerdo…surco 2 del disco compacto.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Como observamos en la anterior canción que vocalizó Rosendo Morillo, el autor se detiene en un momento propicio del día: el ocaso de una tarde, a pensar en el amor, a recordar que  amar, siendo un infinitivo  masculino, se sustancia fundamentalmente en lo femenino, en la mujer, que es sensibilidad, arrullo y olor; expresión de sentidos por la belleza y manifestación de afectos, por su mundo interior sensibilizado también. Así entonces, el efecto de la música se convierte en un entusiasmo por la vida, por el gozo y el placer que produce lo femenino humanizado.

CONTROL. Cortina musical…aumenta de volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Dije en una oportunidad: ningún trujillano o persona ligada a Trujillo puede evadir el cariño por Radio Trujillo. Si se goza del afecto y querencia por Trujillo, también se piensa en esta casa, en este hogar radial que  nos identifica y  une socialmente. Aquí se vive diariamente la fiesta del espíritu; se vive el presente, pero también se revive el pasado, porque los trujillanos solemos regresar siempre a nuestros recuerdos gratos.

Y en proyección de este lenguaje sentimental, son vivencias de su propia existencia lo que encontramos en la visión y el análisis de las letras de cada canción de nuestro autor, porque sólo sus títulos  son signos de identidad trujillana, reencuentro con los acervos y los ancestros citadinos, como una leve geografía que anida en él para posicionarlo en los lugares de la ciudad, y hacerlo un poblador que viene a hablar por los otros pobladores, tal lo hace el cronista, siendo así  que Ezequiel es un cronista musical, un hacedor de crónicas musicales, por el contenido total de su temas que nos llevan , a una peregrinación mental por un lugar  concreto, por un espacio determinado, sea la quebrada, el río, el pueblito, el parque o la plaza; el callejón, o los nombres de aquellos personajes que llegamos a conocer y se quedaron grabados en la significación de un recuerdo propicio. La Alameda, lugar tradicional de la ciudad, en uno de estos sitios nombrados por el numen del autor. Dice así en su letra: ”Nidal primoroso de sol, lugar de brisa, rincón empinado, mirador, simiente que alberga el amor de los hijos, ruta de Dios, la cima hacia la arboleda”. En fin, una topografía  definida por el trasunto creador del compositor.

“MI ALAMEDA PRIMOROSA” es el título de la pieza musical que vamos a escuchar a continuación. La letra es de Ezequiel Paredes, la música del profesor Alberto Briceño, el arreglo es de Richard Santos, y canta Carlos Carreño.

CONTROL. Disco Mi Alameda Primorosa…surco tres  del C.D.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el Locutor.

LOCUTOR. Radio Trujillo nació para fabular la historia de esta tierra, para convertir nuestros días en vuelos hacia las dimensiones universales. Nada que no se ha hecho por la Radio ha ido tan lejos en la geografía del mundo. Aquí, o desde aquí se alejan los vuelos de las voces y las inquietudes de los trujillanos durante mucho más de medio siglo. Ya con sus setenta y siete años, la Emisora es un inmenso reservorio de historia local y regional. Por eso es un patrimonio, un ícono, un símbolo.

En el aniversario le rendimos tributo por el tributo que damos a un excelente trujillano, Ezequiel Paredes que, como muchos de nosotros, es de estos contornos, conoce la plenitud de la Radio y sus circunstancias, porque la ha recorrido por dentro y por fuera;  conoce su historia, la ha paladeado como otros infinitos hijos trujillanos.

De los productos musicales de Ezequiel, vamos a escuchar otra página emotiva que tiene que ver con la ciudad. De esta composición que tiene  dos versiones: esta primera que ofrecemos  se llama PUEBLITO DE SAN JACINTO, letra y música de Ezequiel. El arreglo musical corresponde al profesor Alberto Araujo. Y la canta el propio autor.

CONTROL. Disco surco cuatro…

CONTROL: Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Nuestra música regional ha tenido una profunda significación socio-cultural. Trujillo, la ciudad, el estado, se conocen muchos por intermedio de su quehacer musical tradicional, de los grandes y pequeños compositores que han hecho sus creaciones artísticas en todas las épocas. Hoy, existe una avanzada musical popular alrededor de una Fundación  que lleva el nombre de un notable músico nativo, el maestro José Antonio Carreño. Quizás la premonición de su valse más conocido “Acuérdate de mí”, haya sido el fundamento o la categoría moral vista por los creadores y sostenedores de esta gran obra mecénica, para apuntalar el crecido  catálogo de nuestra música actual. Al menos, en la ciudad de Trujillo es así, ya que contamos con varios discos compactos electrónicos con el sello de la Fundación. Y en este caso, vemos la filiación de estos nombres en el disco de Ezequiel Paredes, varios de ellos en conjunción con los discos de la Fundación Carreño.

Y seguimos con música, con buena música apropiada para distinguir el sentido espiritual de este nuevo aniversario de Radio Trujillo…Escuchemos un tema que se titula EL CAMBULLON DE MI INFANCIA, con letra de Ezequiel Paredes, música de Alfonso Rodríguez, arreglo musical de Richard Santos, e interpretación vocal de Rosendo Morillo.

CONTROL. Disco…surco cinco…El Cambullón de mi infancia.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Esta canción que acabamos de escuchar contiene una profunda carga biográfica para muchos de nosotros, nativos de la parroquia Chiquinquirá de Trujillo, más  concretamente del Barrio del Carmen, es decir, del ámbito inmediato de Radio Trujillo. El Cambullón fue un lugar de infancia y juventud para muchos de nosotros, entre los cuales se incluye Ezequiel. Por eso, este poeta, revelador de ancestros lo describe con tantos pormenores en su canción, entre otros, la cascada que dejaba caer el agua de una quebrada que lo atravesaba, la espesa naturaleza de su bosque, el bucolismo y el misterio de sus frondas, lo que nos dice que en la proyección retrospectiva, esta ciudad fue un solo paisaje ecológico antes de sufrir la urbanización  que le cambió ese estado de naturaleza pura.

Y continuamos con música en este programa especial en el Día de la Radio Trujillo. Y nada más acorde con este momento festivo que escuchar otra composición original de Ezequiel Paredes. Se trata de la pieza titulada A MI QUEBRADA DE LOS CEDROS…Lugar de origen, de los padres, de la vida. Allí, los primeros balbuceos existenciales del autor en este lugar tan hermoso, tan lleno de detalles, como la describe Ezequiel en la letra de su canción. Ese devolverse para mirarse como antes. Ese reclamo por lo que ha hecho el tiempo malquistado en contra de los que fue ciertamente un límpido riachuelo, de cuyos bordes nada más y nada menos, dice la tradición, se sacaron los grandes troncos de cedros centenarios, con los que se fabricaron las gruesas columnas de la santa iglesia Matriz de la ciudad de la Paz…”Alivio de mi juventud, -la llama-, secreto de historias”, entre otros hechos calificadores…

CONTROL. Disco compacto…surco seis. A mi Quebrada de Los Cedros.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. Estamos presentado un programa especial con motivo de los 77 años de Radio Trujillo, emisora del pueblo trujillano, la eterna sultana musical…Programa que ofrece para ustedes la música profundamente autóctona de un compositor nativo, hijo sentimental  de esta emisora como todos nosotros,  que hemos vivido bajo su amparo espiritual. La Radio ha sido eso, una madre afectiva, porque siempre nos ha cobijado su espíritu cultural humanizado.

Radio Trujillo, ebriedad del espíritu para todo trujillano. ¿Quién en este largo tiempo  de 77 años no ha pisado una vez sus estudios? Qué trujillano no ha sido nombrado alguna vez por sus micrófonos?  Un prolongado beso de agradecimiento viene recibiendo esta casa radial, desde aquel lejano febrero de 1940 cuando inició sus labores comunicacionales. Por eso, en cada aniversario, hacia ella envían los trujillanos  las rosas más rojas, que simbolizan los afectos más puros y auténticos.
Con las creaciones musicales de Ezequiel Paredes le estamos rindiendo a la radio el homenaje más sentido. Por cierto, hace poco le confesé a Ezequiel que sus canciones son muy sentimentales, que constituyen un tributo al alma, al espíritu interior de nuestra ciudad materna, que tienen y despiertan mucha emoción, como dicen los sintagmas de la poseía de varios autores literarios nuestros. Y le confesé la nostalgia  que se desprende de temas como “El Cambullón de  mi infancia”, o como “Pueblito de San Jacinto”, por lo que vamos a ofrecer nuevamente esta última composición  en una versión diferente. Con arreglo esta vez de Marcos Cabrera, (MAPOLO)…Canta: MAPOLO…

CONTROL. Disco C.D. surco 7… Pueblito de San Jacinto.

CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…se deja al hablar el locutor.

LOCUTOR. La música trujillana ha tenido una profunda significación histórica. Estamos llenos de compositores, de obras y  de agrupaciones. Grandes maestros con producciones clásicas, como Laudelino Mejías: grandes organizaciones como la Banda Oficial del Estado, centenaria… La música ha atraído el interés y la vocación  intelectual de muchos personajes: de unos, para componerla; de otros, para interpretarla. Somos herederos de un gran patrimonio cultural-musical. Lo importante, entonces, es que ese patrimonio se conozca y se preserve; que se mantenga en vigencia permanente. Y esto es una responsabilidad de nuestras emisoras radiales, que deben estar programando  esta música. También de las organizaciones bandísticas y de otros tipos, que deben incluirla en sus repertorios. Y de los cantantes intérpretes, interesándose en versionar y actualizar sus arreglos dentro de sus repertorios.

Hoy, en la ciudad de Trujillo, aunque sabemos que sucede igual en las otras ciudades del estado, existe un gran interés compositor musical. Está apareciendo una nueva música popular, nuevos producciones de temas que enriquecen este acervo. En el contexto regional la cultura musical viene creciendo, y eso es importante. A este propósito hay que darle  todo el respaldo posible. Este esfuerzo creador debe concitar el interés de los medios electrónicos de difusión, los tradicionales y los nuevos, para una programación o, al menos, una inclusión en la programación ya establecida. Es bueno que este caudal musical nos siga representando como signo de identidad, que dé nombre a la entidad y la proyecte.  Que esta producción musical se utilice como recurso didáctico educativo, porque tiene contenidos pedagógicos, ya que habla del hombre y la geografía; del hombre y la historia; del hombre y la cultura, entre otros ingredientes..

Y ese fue el propósito de este programa elaborado sobre un compositor de las nuevas generaciones, de un amante de la música y de las cosas del espíritu; de un hijo de esta localidad que viene destacándose por su espíritu de participación protagónica. Ezequiel Paredes es un ciudadano de la ciudad porque está haciendo ciudadanía, es decir, está colectivizando sus conocimientos.

En la fecha propicia del 77 aniversario de Radio Trujillo, vamos a cerrar este programa especial, con el ofrecimiento de otra producción musical de Ezequiel. Esta canción se titula CALLE ARRIBA SEÑORIAL, con letra, música y vocalización de su propio autor. Con ella despedimos el programa. Será hasta otra oportunidad. Por la atención de ustedes, muchas gracias.

CONTROL. Disco compacto, surco 8—Calle Arriba memorial.


CONTROL. Cortina musical…aumenta volumen…baja volumen.    

lunes, 28 de marzo de 2016

UNA SEMBLANZA DE LA DOCTORA ELINA ROJAS

Hay canto y soledad entre nosotros. Cantos que se tornan espirituales, hímnicos, para despedir la existencia terrenal de una gran mujer, íntegra por sus valores e integral por su vasta formación; dispuesta al servicio de las mejores causas, dentro de este cuerpo social en que vivió.

Aparece ahora una inmensa soledad entre nosotros, originada por la ausencia que es dolor y despedida, como un silencio. Canto y soledad en el momento de la sentida muerte de la doctora Elina Rojas, nombre y apellidos vigorosos, de una mujer que entendió su destino y lo supo vivir. Para ella entonces nuestro homenaje, el tributo emocionado de quienes fuimos sus compañeros de trabajo en la Universidad, en esta casa de Carmona, que sostiene el tiempo y el espacio del alma mater en la máxima significancia. Alma mater como frase memorable, que en sentido individualizado, lo podemos aplicar a ella, por su personalidad descollante como mujer de espíritu y madre solícita, por el amor que dio como una siembra expandida de lo familiar a lo social; desde el hogar a la comunidad, porque hogar y servicio comunitario fueron las dos ramas enlazadas de su escudo de vida, como una bandera desplegada.

Lo importante en la función social de la persona, es hacerse íntegra moralmente cuando sirve a la colectividad. El servicio social es, debe ser, tiene que ser, una inquieta emoción cotidiana del ser humano, cuando éste ha adquirido conocimientos y aptitudes para hacer el bien, unas veces por la acción que sabe poner en práctica como profesional; otras, para complementar esa  vocación por medio de su participación en instituciones y asociaciones dirigidas, como un empeño, hacia fines serviciales. Este juicio contiene y valora la personalidad vital de la doctora Elina.

Fue una mujer de profunda raigambre con los asuntos del espíritu, de su propio mundo interior. Actuaba con los dictados de su alma, de su conformación afectiva. En silencio casi siempre, sin aspavientos figurativos, con una parsimonia en el caminar y el hablar, pensativa y meditabunda, sacando fuerzas como un ideario de conciencia, haciendo cosas provechosas y aportes, como sustancias nutricias de su pensamiento, que lo llenaron el estudio y el conocimiento de la ciencia, aunque también, una praxis profesional que no le dio descanso, como todos nosotros estamos en capacidad de testificar.

Hermosa plenitud la de la doctora Elina. Con qué gusto le dábamos el doctorado. Pudimos llamarla Elina simplemente. Pero ninguna otra persona como ella merecía el reconocimiento de su doctorado, que siendo un inmenso valor académico, era en ella más bien un título de afecto y de cariño, un reconocimiento a su religiosidad, cuando usamos el término con visos de sentimientos, de veneración a lo que se practica, de “normas morales para la conducta individual y social”, como una práctica de virtudes que nos mueven, como una obligación de conciencia y cumplimiento de saberes.

Mujer moralizada, impulsada por las acciones del corazón. Daba a su propia consistencia una razón humana en la autenticidad, en la colaboración, en el reconocimiento del otro, porque la vida tiene sentido de diálogo, es y debe ser un diálogo para hacerla fructífera, como la producción de una gran cosecha; la moral como prueba del entendimiento o de la conciencia: la conducta que manda el saber ser inteligente.

Mujer familiar, supo dirigir su hogar como una plenitud de correspondencias entre ella, sus hijas y su hijo: triunfo y adoración de su vida en esa entrega que todos llegamos a notarle, y en esa satisfacción de ser madre, practicante de una maternidad solícita y solidaria. Sabía de familia y extendía el concepto hasta su entorno profesional y amigo, con gran sentimiento de compañerismo llano y sin ceremonia, como una característica de su personalidad.

Una inmensa luz comenzará a alumbrar en recuerdo de esa mujer que está allí yacente, en la quietud de su vida trascendida y trascendente. Y habrá una voz que no se callará en estos espacios, gravitando entre nosotros, como un ideario.

Una inmensa huella, profunda y en todas direcciones, nos llevará desde ahora hacia el recuerdo vivo de la doctora Elina; abierta huella en los corredores y salones de este histórico edificio que lo fabricó el destino para el gran proyecto de la educación. Abrirán senda los recuerdos y la nostalgia por esta mujer sencilla y luminosa que, desde la humildad y la pobreza, supo esplender y llegó a ser doctora, que lo fue sin hacer ostentación de vanidad ni falso orgullo, más bien, para ser eficaz en las enseñanzas, dar mayor presencia al espíritu, a los sanos conocimientos y creencias, la mejor aplicación de la sabiduría y para usar en la cotidianidad de éste y otros espacios, la gracia femenina de la cordialidad y la amabilidad, que son también valores componentes de un doctorado ejercido con mucha calidad humana.

Quiera Dios que la luz del ejemplo de trabajo que dio la doctora Elina, sea una de las razones supremas que orienten en adelante la vida de nuestra institución académica universitaria. Ojalá que así sea

domingo, 22 de noviembre de 2015

PALABRAS PARA LA SEXTA BIENAL DE LITERATURA “RAMÓN PALOMARES”



“Son símbolos los pájaros, dice Eduardo Moga, los insectos, huéspedes habituales de los poemas, trepidaciones violentas. Muchos poemas aluden a esta disipación cinética, simbolizan la fluctuación y la órbita, el yo y el cosmos, no son sino formas distintas de un mismo latido, jubilosos y desconcertado.”

Y revela Ramón Palomares, en su poema “En el patio”: pues me entretuve entre las flores del patio/ con las cayenas/ gozando con las hojas y los rayos del cielo./ Aquí pongo mi cama y me acuesto/ y me doy un baño de flores./ Y  después saldré a decirles a las culebras/ y a  las gallinas/ y a todos los árboles./ Me estuve sobre las betulias y sobre las tejas/ de rosas/ conversando, cenando, escuchando al viento./ Yo me voy a encontrar un caballo y seremos/ amigos.

La literatura, como vemos, es una perduración del tiempo en el tiempo. Y el arte lo mismo. La literatura tiene una profunda significación humana, todo lo teje y lo desteje. Se junta con el arte, en este caso, y andan juntos hablando del hombre y de lo que éste es capaz de hacer como artista, como creador. Y otros hombres, perdurables también, aparecen para hablar con propiedad de estas cosas de la literatura y el arte. Hacen lenguaje ideológico de la más fina pureza y producen un discurso que trasciende. Por eso, la literatura y el arte: palabra e imagen para el juego de la creación, animan al hombre como proponente y al hombre por igual como destinatario, que ambos se casan en una juntura para la realización que viene del “no ser al ser”, esa cualidad que da Platón a todo acto de creación humana.

La literatura, fenómeno implícitamente humano ha sido ese perenne trajinar del lenguaje por los ámbitos eternos para que el ser viva en la más saludable condición del espíritu, que mire al mundo y sus realidades y lo internalice como una consumación. Ante la palabra creadora y ante la imagen que se detiene perdurable en un cuadro o una estructura trabajada con el ahínco afectivo el hombre se redime y se recoge para el gozo y el placer. Y viene la literatura en un viaje de aventura anímica por todas las vertientes del tiempo, ascendiendo y descendiendo por las órbitas de todos los espacios por los que el hombre vive su recogimiento creador para aventarlo luego hecho lenguaje literario, con realizaciones que iluminan en muy distintas proporciones, jerarquizaciones que van alcanzando lugares cercanos y lejanos, bifurcaciones que van apareciendo buscando humanidad para contar o dejar ver las emanaciones hermosas que fluyen desde un corazón hecho para las floraciones y realizaciones, las afluencias infinitas de los que se llaman artistas o creadores “movidos por una esperanza y girantes en torno a una emoción perenne”, como habló de innovación un día nuestro escritor trujillano Ramón González Paredes.

La literatura que de cerca se aleja o se queda cercana; la literatura desde los ámbitos más diversos universales recibida como una plasmación cultural de un producto necesario también para la vida, como un encantamiento que atrae y da de beber su zumo en la línea de una cultura comunicadora.

La literatura que nos congrega bajo el nombre integrador de Ramón Palomares. Hombre mágico dueño de un hacer poético vivencial sacado de las entrañas de la tierra y que por ancestros amorosos “ha dado vastedad al terruño y lo ha hecho ecuménico”, como asienta gran parte de su producción literaria y de lo que de él se ha dicho como escritor fundamental contemporáneo venezolano. Palomares, el más puro morador de toda la comarca trujillana con vínculos nacidos desde las cosas más sencillas tornadas en imágenes poéticas y por cuya vitalidad creadora todo ese imaginario pasó a formar un orbe, un gran sustantivo, un resplandor que nos conmueve y enamora. Ya lo había anotado Luis Albert Crespo al ver en Palomares siempre el encantamiento: “Gran creador de hechizos verbales que universalizó las voces rurales dándoles una resonancia de primer día de la creación”. Y agrega Crespo: “Algunas vez hubo este diálogo, cuando el día se iba y el poeta regresaba con la palabra a aquellos límites que formaron su asombro definitivo frente al mundo”

Insistir en que asumir una posición es un acto de honda responsabilidad, y es un valor acendrado en ciudadanos de bien. Ellos se imbuyen en esa responsabilidad y ganan tiempo al tiempo para la fabricación de una obra. Hacen memoria y fijan cánones de acción. Hacen examen y proponen como consecuencia, un programa de proyectos múltiples que van irradiando periódicamente un conjunto de acciones concretas que se hacinan y son entonces una memoria trascendente. Corto se hace a veces el tiempo para ciudadanos que son puestos en posición de destino público y trabajan con efectividad y aciertos. Uno de estos ciudadanos es Pedro Ruiz, quien siendo Director de Cultura del estado dispuso la creación de varios programas que han trascendido y son una plenitud.

La obra fundamental de Pedro Ruiz es la Bienal de Literatura “Ramón Palomares”. Esta bienal, ya larga por sus seis ediciones, se mantiene en el tiempo y es enriquecedora, como transforman y robustecen las obras bien pensadas por necesarias y bien armadas, por su importancia, como es una bienal de literatura, si vemos, como en nuestro caso, que la literatura es uno de los bienes patrimoniales más importantes en el devenir histórico contemporáneo de la trujillanía. Ha habido en Trujillo una vasta producción bibliográfica, cientos y cientos de autores y cientos y cientos de libros de todos los temas y materias, como si la inteligencia lúcida de los hombres y mujeres de esta tierra estuviera marcada por el estremecimiento de la palabra escrita. Por su bibliografía, por su literatura, Trujillo amarró para siempre su inmortalidad, la trascendencia cultural nuestra se muestra por la puerta de la literatura, de todos sus quehaceres y satisfaciendo en grande las exigencias más profundas que pide el lenguaje al hombre para que surja las trascendencia.

La Bienal de Literatura Ramón Palomares resplandece en toda su magnitud y eso es muy importante para nosotros. Ella viene a ser una gran vigilia cultural, una animación fulgurante de honda participación. Gravita en torno a ella una realidad literaria viva que hace del estado un gran receptor de escritura, de buena escritura y de oficio literario. La Bienal es sentimiento, es creatividad, es belleza. Es un programa paradigmático que llama a la concurrencia y a un torneo de sana competitividad. Tiene un árbitro moral muy grande, un referente espiritual muy acendrado, un ente inspirador modélico que no es otro que Ramón Palomares. La Bienal entonces, según el sintagma poético de Ramón Ordaz es “un óbolo de amor con sangre de ancestros”.

Esta VI Bienal es un tributo y un reconocimiento a la cultura trujillana, por el homenaje que se hace a algunos de sus nombres más representativos, tanto de la escritura, como de la plástica. De ellos con anterioridad hemos hablado ya, pero lo que se diga sobre ellos no es simple reiteración sino reforzamiento, pues escribió Oscar Gerardo Ramos, colombiano, en La parábola estética de Guillermo Valencia que, “la entonación emotiva, aquilata lo emocional” (…) Y que, “son testimonio de cómo una vivencia en vez de arranque del sentimiento o análisis de raciocinio, puede esculturizarse entre palabras”. Por su parte, Antonio Gundín habló una vez sobre “el retorno de los héroes culturales” que es precisamente eso, la nominación hecha por una conciencia institucional que, a través de un evento significativo hace recordación de aquellos personajes que fijaron rumbos transformadores a su vida, vislumbraron que la vida debe ser un servicio constructivo, una jornada dura en la fabricación de una obra puesta al descubierto para que otros muchos -ad infinitum-, sobre un orbe socializado, las descubran como fuentes vivas de verdaderos nutrientes para el gozo y el placer, y más aún, con una densidad conceptual, fijarse en ellas y sacar de ellas un aprovechamiento en orden también formativo educacional y culturizante.

Seis personajes de este tiempo todos conforman el aura espiritual de esta nueva bienal nacional de Literatura, en su sexta edición, lo que habla de su importancia como programa estable. No es entonces una simple novedad circunstancial, sino tiene el arrojo de la permanencia y la disposición de sus creadores y organizadores por garantizar un suceso de altura, grande en su morfología integral, en proyección a destacar la escritura como un quehacer que rebasa las improntas y la momentaneidad.

Los homenajeados son trujillanos perdurables, a los que el tiempo ensancha los ámbitos de su significancia intelectual. Constructores de obras trascendentes, de lenguajes sólidos, de acentos humanísticos con personalidad sobresaliente. Visionarios de mundos en fortalecimiento que fueron proponiendo con la angustia de un carácter espiritual memorizado. Dueños de una biografía luminosa que sigue dando vida, a través de una pedagogía militante que los ha convertido en seres perennes trascedentes. Así hallamos el ritual de la poesía en uno, el ritual de la conceptualidad ideológica en otro; mientras que otros, ritualizaron una capacidad inspiradora sorprendente por la fuerza de imágenes plásticas diversas, y de un orden moldeador de un maravilloso mundo figurativo concreto.

En el sentido global de los diferentes oficios de este grupo, se palpa eso que Humberto Díaz Casanueva llamó “facilidad jugosa”, una plenitud constructiva con sabor a raíces que, perteneciendo al terrazgo más local, abre luego en metáfora irradiante para aventar el producto de su lenguaje creador a los confines y hacerlo universal.

Retornan entonces en un resplandeciente manojo tributario los héroes culturales que acompañan esta VI Bienal: Salvador Valero, Antonio José Fernández (“El Hombre del Anillo”), Francisco Prada (“El Comandante Arauca”), Antonio Pérez Carmona, Eloísa Torres, Josefa Sulbarán, seres espirituales todos, intangibles, pero ciertos, como una conciencia viva en la colectividades sociales. Y este otro, Ramón Palomares, de corazón palpitante y espíritu bullente; de presencia animada y voz amigable, valores que como constructos, dimensionan el cálido y hermoso largo transitar de su existencia. 

De “corazón purísimo” vio hace años Patricia Guzmán a Palomares: Dijo Guzmán: “Si alguna vez observamos que la manos de Ramón Palomares tiemblan, es porque sujetan un corazón exaltado, que late y late para que no se la vaya la vida. Es el corazón de las palabras. Un corazón que no se deja arrancar sino por seres puros, hechos de agua clara y espirituosa”.

“Poeta grande Palomares, dijo Patricia, tiene la boca llena de flor de eneldo, de yerba. Nos habla pasito, pasito a la oreja del corazón”.

lunes, 26 de octubre de 2015

SIGNOS DE TRUJILLANÍA EN LA PERSONALIDAD DE JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ



Amables lectores de la página quiero compartir con ustedes el texto de la ponencia que presenté en el Congreso Académico celebrado en Isnotú el viernes 23 de este mes de octubre con motivo de los 151 años del natalicio del doctor José Gregorio Hernández. 

UN EPÍGRAFE PREVIO:
Con el signo Dios podemos construir nuestro mejor mundo. Sacar de ese nombre portentoso la luz para el mejor alumbramiento propio y el de los demás, con una pertinencia de filiación y amistad como si el mundo lo viviéramos para servirlo y, a la vez, servirnos de sus mejores realidades y valores. El signo Dios, la palabra suprema, como sabemos, incluye los mejores conceptos de la conciencia, así como contempla la carga portentosa del humanismo, por ser espiritualidad, fuerza interior, dominio y dirección de los estados afectivos, para abordar las realidades exteriores, el orbe circundante, la espesa comba a que nos enfrentan la sensorialidad y la razón. El signo Dios, camino más bien conducente al descubrimiento de las cosas y de los acontecimientos, como si todo fuese una permanente enseñanza para bien vivir y para bien morir.

UNA SÍNTESIS BIOGRÁFICA ES PRINCIPIO Y ES TOTALIDAD:
En mi función ductora, delante de mis jóvenes estudiantes, me he atrevido a decir que en una sola construcción gramatical oracional simple está subyacente todo el idioma; la lengua materna como cuerpo, una totalidad sobrentendida que la muestra al adentrarse en su corpus. Puedo decir lo mismo entonces, en el sentido de que en una síntesis biográfica pareciera estar también la presencia subyacente de la vida total de una persona, todo su tránsito terreno, la vía de su identidad en la continuidad que se cumple con rasgos individuales y colectivos, la individualidad y sus circunstancias, una amalgama de ingredientes que van constituyéndose en la hechura de la personalidad como signos ineluctables de identidad, en proyección vital ascendente, para luego, con la muerte convertirse en memoria o en recuerdo, palabra dulce ésta que nos debe acompañar para enriquecer las nostalgias, las añoranzas y las evocaciones, y atarnos interiormente a signos también devenidos en familiaridades y ancestros, como instrumentos necesarios para vencer al olvido y a la muerte.
Desde antes, mucho antes, hemos estado leyendo textos breves y extensos sobre la vida y obra de José Gregorio Hernández: un año, tres años, una década, varias décadas, sustentan la escritura sobre este hombre cargado de ciudadanía. En los primeros tiempos textos breves para biografiarlo; más tarde vinieron extendiéndose otros textos más densos hasta la profundidad, que en el tiempo y en el espacio de la venezolanidad, y en otros espacios exteriores también, se han edificado con palabras para dejar constancia de su función humana como hombre comprometido con la vida en el tiempo total de su existencia física. Y digo que hay una totalidad vital ya sintetizada en los rasgos biográficos que lo definen, cuando leemos su origen geográfico y familiar. Y al decir que nació en Isnotú, de Betijoque, estos dos nombres se muestran como signos de identidad para una pertenencia biográfica: El suelo que titula y da consistencia, por ser territorio definido. Ya decía Don Andrés Bello que “la naturaleza da una sola patria”. Y hablaba Briceño Iragorry de “suelo y hombre”, al manifestar que “la patria es el suelo en que se nace”. De por sí hay un valor allí, un signo inequívoco de identidad y de memoria. La trujillanía de José Gregorio no es un simple logo, es un sentimiento, una simbología de sano orgullo.
Del concepto geográfico pasamos al concepto familiar, los ancestros familiares devienen con igual intensidad y fijan rasgos que se hacen huellas quedadas, como decir la eternidad de los nombres de sus padres Benigno y Josefa; de los apellidos Hernández Manzaneda – Cisneros Mansilla; identitaros todos, como siembra creadora y recreadora en el espacio vivencial desde hace más de un siglo hasta la posteridad seguramente.
Y al continuar leyendo su breve biografía, van apareciendo otros muchos sintagmas constructivos de una figura humana en proceso de desarrollo vital entre dos siglos: el verbo indicador es el encargado de la construcción de las partes de un gran cuadro, de las imágenes concurrentes en la dimensión de una obra; lo cuantitativo y en mayor grado de importancia, lo cualitativo van configurando una personalidad específica que se va abriendo, se va nutriendo y enriqueciendo, se va haciendo disciplina, seriedad, compromiso, valor: “un valor arcano casi religioso”, como escribió el poeta.
Y están los signos de identidad en la pequeña biografía que uno lo va leyendo con fruición e interés marcado: los moradores de la casa y de la escuela; lugares y caminos; el legajo de luces y de sombras que perfilan una cronología tejida en los ámbitos del tiempo que lo va curtiendo todo y que viene hasta nosotros, sea en el pasado para los que ya vivieron, el presente para los que vivimos y el futuro para los que vivirán esta historia concreta de un ciudadano llamado José Gregorio Hernández: escrito y descrito mil veces, y vuelo a escribir, como “símbolo de la abnegación, del bien y de la recia envergadura capaz de mantenerse en el universo fundamental de las cosas que trascienden definitivamente”, como anotó uno de sus biógrafos hace años (Revista Tráfico).
Y hay biografía y existe identidad subyacente en la vertiente de la palabra poética usada para una resurrección: dice Sánchez Peláez: Se abre/ gran brisa de los árboles/ escuchas la palabra/ sin sentido/ regrese a nosotros la dicha/ memoria mía/ no extravíes/ la estación final/ la angustiosa cosecha/ recuerdos/ el encantado jardín/ murmuraba/ nuestra familia/ continuaba la niñez/ un punto de apoyo/ exclamo ahora/ dilapidar/ el cántaro de semillas/ con ayuda del tiempo/ bajo la lluvia.

UN PERSONAJE QUE MARCA:
Hay personajes que marcan. De los que podemos decir..."Su vida la entendió..." Al pronunciar este sintagma, ya uno sabe que fue una persona meritoria, un alto espíritu, un robusto carácter y otras aposiciones calificadoras. Personas que marcaron una huella de luz. No en balde podemos decir de José Gregorio Hernández esto y muchas cosas más...Él desde su existencia por siempre ha marcado una huella de luz, es una luz en plenitud.
Es un personaje histórico para la historia total/ personaje múltiple desde todas las miradas/, ¡cómo miró su propia plenitud!. Lo vemos por fuera en distintas imágenes que se las ha ido construyendo el tiempo. Pero, lo más importante lo vemos por dentro, en el campo infinito de su pensamiento, de "los valores espirituales que elevan y ennoblecen su calidad de hombre".
Cubrió el doctor Hernández un magisterio de servicio. Por eso marca; por eso podemos decir: su vida la entendió. Su obra total, vasta obra total, estuvo cargada de un servicio humano creador. De ahí su permanencia para la ciencia y la virtud. Para la ciencia si lo vemos como un médico de una gran proyección. Para la virtud si lo vemos con esa aureola de santidad que se la ha ido proyectando el tiempo: un siglo y un siglo total y éste naciente todavía, que le viene dando el virtuoso portento de la santidad, la que sabemos está cercana ya. La esperada gloriación de José Gregorio se vislumbra como uno de los mayores triunfos de la venezolanidad espiritual. Él va a cubrir los espacios sagrados de la venezolanidad, sin duda alguna, porque nació y vivió predestinado para esa santidad, para ese hecho grande en la esperanza hasta ahora, en la certidumbre dentro de poco tiempo.
Uno se encuentra en la cotidianidad con José Gregorio, lo tropieza en cada parte, en muchos escenarios. Es una figura social de múltiples representaciones icónicas. Su estampa multifuncional está en todas direcciones y en todas posiciones, entre el blanco y el negro, no para diferenciarlo sino para significarlo en su condición de hombre de ciencia y de hombre humanista: lo blanco la ciencia; lo negro lo académico que ambas condiciones las asumió y en ambas desbordó las virtudes de Dios, como vamos a ver.
José Gregorio es un personaje que llena y por eso tiene trascendencia en plenitud. Es una lección de vida por donde se le mire y se le estudie. Con él uno se llena de una gran conciencia humana. Su lección lo hace entender a uno la vida, lo que es la vida como un gran conjunto exterior, física; e interior, psicológica: los dos mundos del hombre entendidos y practicados con la fuerza de un convencido de que la existencia es un contenido que Dios provee para querer y ser, no de los que quisieran sino de los que quieren, duros para asumir los riesgos y blandos para enseñar las bondades.
José Gregorio entendió la esencia del ser humano, profundizó en sí mismo por lo que dio un inmenso soporte a lo que es vivir, fundamentalmente desde la perspectiva espiritual. En él no sólo se visualiza el individuo cargado de profundos conocimientos científicos, sino más bien esa fortaleza interior, ese acervo moral que ayuda a conceptualizarlo como una conciencia ética y un paradigma de los valores humanos integrales. Hernández, como otros ciudadanos de excepción, logró esculpir durante su vida física una gran obra en el muro del tiempo, y esa obra propicia lleva a las generaciones de los otros tiempos que lo han sucedido, a presentarlo como un ciudadano modélico y apropiado, digno de, “ocupar un puesto en el altar de los santos, ese premio que le vale de corona, de premio definitivo".
Guía de ascensión que enseña a los demás, es para nosotros una cosmovisión cristiana, enseña el amor, enseña la familia. Sobran los argumentos para estas aseveraciones. Se lee su biografía, y se descubre un rumbo de vida.

SIGNOS DE TRUJILLANÍA 
La identidad trujillana son los signos que nos ponen histórica, biográfica y culturalmente en consonancia con la realidad física y espiritual de nuestros pueblos. La temática de la identidad se viene afirmando con los años. En uno u otro sentido, debemos un conocimiento y acercamiento a personajes, manifestaciones y elementos que sirven para identificarnos, y nos dan valores, una valoración múltiple, como personas que pertenecemos a una entidad concreta; nos vinculan, nos atan, nos brindan memoria y nos nutren culturalmente.
La identidad no es una frase hecha, no es un eslogan ni concepto vacío. Somos los trujillanos, como lo sostienen historiadores y otros escritores, un pueblo de una gran fortaleza; arraigados por hechos y manifestaciones, provenientes de ancestros, tradiciones y costumbres  mantenidos por las generaciones. La identidad regional y local no constituye hechos circunstanciales ni de falsa invención, es una realidad sustentada en lo hecho por el hombre en el correr de los años; por los hombres activos y expresivos, comprometidos, de valores arraigados, arriesgados en la búsqueda del ser, cargados de creencias y de prácticas hechas realidades concretas para el beneficio de sí mismos y de las colectividades. Nos sostenemos en Briceño Iragorry: gran definidor de identidad. Dijo: “Sin tradición una colectividad no cuaja en pueblo (…) la sociedad es un valor humano (…) un valor conceptual”. Dijo con acierto: “la historia de un pueblo son sus hombres y sus símbolos (…) en constante función de producir nuevos valores (…) la historia es un proceso de formación de valores que tiene un eco constante en las voces de los hombres actuales”. Y aun dijo más: “Función de historia es mantener viva la memoria de los valores que sirven de vértebras al edificio social”. De aquí nomás podemos sostenernos para hablar de José Gregorio Hernández como un signo de identidad, como un valor múltiple, sentimiento humano que estremece con fuerza un auténtico concepto de trujillanía.
José Gregorio es un valor de identidad trujillana, porque es usual entre nosotros nombrarlo, verlo, tratarlo como un poblador más. Está en la esencia de nuestra vida cotidiana y eso lo marca como elemento o constituyente identitario. Es un personaje usual en todas las comunidades citadinas y rurales, por igual aflora en el diarismo. José Gregorio adviene así como sujeto de identidad en lo conceptual, en lo ideológico y hasta en el uso coloquial del vocablo. Él es común a nosotros, es indivisible entre nosotros. “Es inconfundible como sujeto de unicidad”. José Gregorio (uso el nombre solamente como tratamiento afectivo, porque es un sentimiento, una emoción, un placer, un gozo). Refiero así la humildad como un valor arraigado. Se nos dio como destino histórico, y crecientemente en la historia lo hemos ido adquiriendo como elemento modélico para todos los estratos sociales al unísono. Está en las personas que transitan y en las que permanecen en reposo; está en la calle y en las instituciones, está en los periódicos desde la misma tercera década del siglo XX. Y en todo este largo proceso e ideal de movilización social que, lamentablemente no ha cristalizado; anhelo que no sea otro que comenzar a verlo y visitarlo en las iglesias y en los templos, en todas y cada una de las iglesias católicas, desde las capillitas hasta las catedrales, en pueblos, ciudades y países, como un santo colectivo universal. Cito una frase y añado otra. Cito: “La enseñanza vive del diálogo”; agrego: la esperanza vive del diálogo. Enseñar lo podemos emplear como un valor fundamental en una doble perspectiva respecto de José Gregorio: que él nos enseñe como ciertamente hace su biografía total, y que nosotros enseñemos o sigamos enseñando sobre José Gregorio, para mantenerlo y profundizarlo como paradigma, un norte erguido de moral conductual y de eticidad practicante, para entresacar constantes productos positivos de su personalidad, que es el precio-valor de su significado como persona humana trascendente.
Se sostiene que la identidad “es el instinto de seguridad que se convierte en deontología de unidad, en mecanismo de abnegación”. Este constructo definitorio lleva a comprender que la identidad es una fuerza que se nos provee por medio del conocimiento de hechos sustantivos, afincados también en los modelos de expresión, en formas de conductas rectas conducentes al bien, a lo positivo, a lo que conviene hacer, formas de proceder que garantizan rumbos ciertos y relaciones limpias con uno mismo y con los demás. Entonces pienso y sostengo que enfrentarse al conocimiento integral de la biografía del Dr. Hernández nos da la posibilidad o la seguridad, diría, de crecer en valores y en signos de auténtica identidad, con lo que postula el bien y las buenas costumbres, o más técnica y formalmente hablando, en la adquisición de ciudadanía. El agregado a la cita hecha con anterioridad, que me permitió suplantar la palabra enseñanza por esperanza, viene siendo desde muchísimo tiempo atrás la palabra que dinamiza la acción social en torno a la figura del doctor Hernández; el motor o la pieza clave de esta lucha se ha convertido en lección de eterna pedagogía culturizada, obra secular que nombra, conmueve y compromete una gran cosmovisión cristiana en torno a la santidad de un hombre de probadas y comprobadas cualidades de personalidad, para hacerse acreedor al premio de los justos de la santidad, ante nosotros, ante la vida, el ciudadano en mención es iglesia ya, poblador representativo de la casa de Dios, contertulio para la plática de un devocionario, y signo de identidad inmaculado en la praxis identitaria que tiene el pueblo con la sagrada religión. Y José Gregorio, en relación muy limpia y trascendente, se afinca cada vez con una fuerza natural y necesaria en el corazón de la plebe como un sentimiento de amor popular.
Afianzándonos en los pormenores que configuran el concepto de identidad, tomando como referentes teóricos a autores como Villoro, indicamos que, “las identidades colectivas son representaciones intersubjetivas (no entidades metafísicas), realidades intersubjetivas compartidas por los individuos de una misma colectividad. Estas identidades están constituidas por creencias, actitudes y comportamientos que son comunicados a cada miembro del grupo por su pertenencia a él (…) una manera de sentir, comprender y actuar en el mundo y en formas de vida compartidas, que se expresan en instituciones, comportamientos regulados, artefactos, objetos artísticos, conocimientos compartidos; en definitiva, lo que entendemos por cultura. Este anterior concepto nos remite a la posibilidad de múltiples interpretaciones y conexiones con la biografía del Dr. Hernández, refractan en su figura histórica varios de los enunciados sustentados por Villoro, porque Hernández para nuestro colectivo es identidad, representación, subjetividad, realidad como fuente inducente a creencias, actitudes y comportamientos de indubitables prácticas y en constante cotidianidad.
José Gregorio tiene el ganado mérito de reconocimiento social. En él confluyen el individuo y el grupo; la familia y el estado, es decir, todo el organismo social. Él promueve una identidad que no es perentoria sino estable; no parcial sino total; genésica más bien, por estar considerado globalmente como una conciencia social.

EL TIEMPO, ELEMENTO PRESERVATIVO
El tiempo tiene entre sus objetivos guardar los testimonios del hombre, de lo que hace el hombre en su actuación social, y de lo que dice el hombre o refiere de lo realizado por el otro. El tiempo trujillano conjuga en su tránsito las acciones de José Gregorio Hernández en la vida; pero, fundamentalmente, su biografía inmortal, las expresiones que se escribieron año tras año, lapso tras lapso, luego de su desaparición física. Pequeños y grandes momentos de identidad los ha ido refiriendo y guardando el tiempo entre José Gregorio y la trujillanía. Pequeñas y grandes expresiones vivenciales dichas por ciudadanos en función privada o pública, como un documentario enriquecedor del nombre y la obra del gran ciudadano. Así podemos sentir un acercamiento vivencial por intermedio de la escritura de autores que, en su momento, fueron encargados de documentar aspectos de su biografía o actuación, o que, motu propio, quisieron elogiar aspectos resaltantes de su personalidad. Lo cierto es que aquella escritura en su transcurrir contiene aspectos interesantes respecto de José Gregorio en su identidad trujillana, realizaciones y valores caracterizadores, una verdadera razón ética que afinca esa trujillanía y una razón de pertenencia, como sana rendición de cuentas que lo hace mantener como un ente patrimonial regional intangible y pleno de contenidos espirituales y comprometedores que enseñan vivamente su trascendencia de hombre en autenticidad.
El tiempo de José Gregorio es un valor de trujillanía. Sus momentos del pasado, del presente, del futuro, si medimos la condición cronológica, es una transcurrencia que lo muestra en plenitud: las diversas y multifacéticas acciones cumplidas en vida, la acción perfectiva, la tomamos entonces para la fabricación de una grande biografía que lo muestra en toda su plenitud vivencial y lo trae directamente hasta nosotros para que, en conjunción activa, lo mostremos y testimoniemos cual paradigma de bien, y en proyección también, lo convirtamos en una esperanza viva, en un ideario por hacer, en una fructificación por lograr en el futuro.
Con testimonios vivos de tiempos pasados vemos esa confesión de exaltación y de fidelidad para con la persona trascendente del Dr. Hernández. El contenido de los homenajes del tiempo, los testimonios rendidos, las palabras ofrendadas resaltativas de su vida y obra, la particular predilección sentida por hombres de las más disímiles ideologías y prácticas por su personalidad, la fuerza con que instituciones, organizaciones colectivas, tanto en lo oficial como en lo privado, han dejado aflorar en momentos concretos de su ya extensa historia, las entregas líricas que poetas han sacado de su numen creativo, las prosas diversas de formas sencillas y fecundas escritas sobre su nombre, las convivencias familiares hechas para celebrarlo, las sensaciones y la armonías latentes en tantos horizontes distintos, todo ello, en el fondo, indicios y prácticas sensorias de valoraciones integrales, que siendo dirigidas a tan significativo personaje, se constituyen en valores que el tiempo afinca y graba y quedan entonces como aliento y sugestión para que nuevos hombres en nuevos tiempos busquen en José Gregorio un valor humano a adquirir y a seguir, como modelización o forma de vida o conciencia lúcida. Parafraseo y digo: “a aquel que ante todo y por sobre todas las cosas busca aliento de vida en la biografía de los hombres virtuosos, todo lo demás le será dado por añadidura”.
Cito para corroborar lo dicho, palabras ya muy viejas, añosas, pero de una actualidad inquebrantable: “…pero, ¿Quién era el doctor José Gregorio Hernández? Era el cristianismo en acción: un hombre de espíritu universal, de honda sapiencia, de carácter bondadoso, que se daba por entero al servicio del prójimo, sin reservas de ninguna naturaleza: era el tipo de sabio chapado a la antigua cuando los sabios eran apóstoles del conocimiento, cuando la ciencia y el lucro no se correspondían, el doctor José Gregorio Hernández dejó tras sí un luminoso ejemplo de humanitarismo…” Diego Godoy Troconis (Presente – Tomo III, p 155)
Este autor, Godoy Troconis, aplicó a José Gregorio el uso de una praxis, interesante si se quiere, la de “socialismo espiritual” ¿Qué podrá ser “socialismo espiritual”?...
Y dijo más: “hombres como esos están llamados a vivir siempre en el corazón de su pueblo, como símbolo de bondad y de comprensión…” y dijo algo que llama la atención, que es un reclamo por lo inaudito, por lo increíble; dijo: “lo han elegido hasta la dignidad del culto en algunos altares humildes”. Quiso decir que ya era considerado santo, si no de los altares, lo proponía la fe popular para la santidad en los altares hogareños. Esto en 1944, y, setenta años después, se continúa en esta justa petición con el mismo clamor, con la misma esperanza, quizás hasta el cansancio.
Y dijo, otro trujillano, esta vez discípulo suyo en la universidad. Dijo Cifuentes Labastida: “fue un justo José Gregorio Hernández. Para todos tuvo siempre a toda hora su invariable serenidad y su dulzura…”

LA ASCENSIÓN A LA LUZ POR MEDIO DE VALORES 
La práctica de los valores es un medio expedito para ascender a la luz. José Gregorio visto por una pléyade de escritores trujillanos y no trujillanos de todos los tiempos, deviene valores sustantivos y signos de identidad. Tan así, que su persona condensa una escala de valores, un catálogo de valores; muestrario permanente que es lo que ha permitido lumínicamente ofrecer su “calidad de hombre para la elevación y el ennoblecimiento, devenidos también en santificación”.
En tanto, su vida, su esplendorosa vida útil y de ejemplo útil, se propone para el estudio y la discusión; abordarlo con fines de conocimiento, de aprendizaje, de eticidad y ciudadanía. Cité antes un sintagma expresivo: “la enseñanza vive del diálogo”. Este hombre de vida heroica y santa es un modelo de enseñanza. “Enseñanza en valores” cual tituló Pérez Esclarin. Brens, por su parte, lo afirmó: “los valores espirituales elevan y ennoblecen nuestra calidad de hombres. Descubren un mundo nuevo: la verdad, la belleza, la bondad, el respeto, el decoro, la gratitud, la disponibilidad, el amor, el perdón, la amabilidad, la honradez, la libertad, la justicia, la sabiduría, la fraternidad…” en ascenso siempre para la admiración, contemplativa pudiera ser, pero aún mejor, para la práctica constante como manera de crecer.
Mientras tanto, antes de la justa elevación. ¿Qué hacer con José Gregorio Hernández? Me atrevo a proponer que lo hagamos diálogo, conversación, que nos sirva para comunicarnos, para aprender a educarnos.
Concluyo con una cita de Monseñor Mario Moronta, que viene al caso con el título de esta ponencia. Dijo el obispo: “los valores son la expresión de algo que el hombre tiene que vivir internamente y que, asumiéndolos como elementos teóricos, se materializan con la conducta”.