martes, 28 de julio de 2015

MEMORIA Y DESMEMORIA



Amigas y Amigos:
Abrimos la página para la memoria y para la desmemoria… para referir breves historias y semblanzas de personajes y lugares de nuestra cara urbe trujillana. Un espacio de letra e imagen conjuntadas con el fin de proporcionar un lenguaje de afectos, una aclaración de recuerdos y añoranzas devenidas como nostalgia festiva por el reencuentro. Historias al azar, fuentes de luz para emotivas develaciones. Leves tejidos que dejan transparentar el suceso menudo o el momento; que tejiendo sucesos y acomodando momentos se conforma la historia nuestra de parroquia y de ciudad.


17 AÑOS DURÓ EL TEATRO SUCRE

Los espectáculos eran inmensos y continuos Fue un verdadero teatro. Las páginas de los periódicos de aquellos tiempos dan testimonio para biografiarlo y recordarlo. Señaló la fuerte constitución anímica de la cultura local por años, hasta que la piqueta inmisericorde lo echó al suelo con la fiera arrogancia de la ignorancia municipal de burócratas improvisados que casi siempre no saben lo que hacen. El majestuoso TEATRO SUCRE, erigido en honor de un héroe supremo que nunca hizo teatro en su vida, pero que dio pie para que la cultura en la posteridad le rindiera una justa pleitesía.

Cuando se decretó la construcción del Teatro Sucre, en terrenos del viejo Convento de San Francisco, en la calle Independencia, cerca de la hoy Plaza Sucre... ya el viejo templo colonial era un anciano claudicante y desahuciado. El tiempo lo había vencido y la mira del gobernante de turno le tenía “ojeriza”. La muerte de esas ruinas era irremediable, los monumentos de nuestra colonia no fueron preservados como debió ser. El San Francisco, fue el primero de los conventos de la trujillanía que se vino al suelo. Su sinfonía eclesial se hizo más bien leyenda y estuvo a punto de ser mito.

En los predios muertos del convento nació el Teatro Sucre, la nueva figura de una edificación destinada a marcar época. Aquí sucedió la glorificación de nuestra cultura, temporalmente casi hasta la sustitución institucional del “Sucre” por el Ateneo de Trujillo, pues el Sucre fue inaugurado en 1926 y murió en 1943, para dar paso al grupo Carabobo. Por su parte, el Ateneo nació en la casona de la Guerra a Muerte, un poco más abajo, en 1942. De todas maneras temporalmente, el Teatro Sucre murió muy joven, duró escasamente 17 años, por lo que ni siquiera llegó a ser mayor de edad.

Allí, en sus espacios, el hombre trujillano hizo su cultura. La manifestó a raudales como vemos en los periódicos testigos. La testa inteligente del nativo dio fuerza y contundencia a una cultura de esplendor: teatro, cinematografía, recitales, conciertos, veladas, vendimias, conferencias...  y en sentido decreciente, hasta temporadas de boxeo se sucedieron en sus abiertos aposentos.

El teatro Sucre fue una compañía más bien, a veces con el conflicto de la administración, pues los denarios no alcanzaban a cubrir sus expectativas y solía haber denuncias, aunque las mismas no pasaron de los simples escarceos y acusaciones infundadas. De todas maneras, culturalmente ésta fue una noble institución que quedó invicta para la memoria y el reconocimiento de la posteridad.

ANTES DE SER DE LOS BUHONEROS

La gente pregunta que cómo sería el edificio que aquí hubo, antes de ser derribado por la incompetencia de malos representantes municipales que en Trujillo los ha habido, aunque no por montones. Que qué habría en este sitio antes de la llegada de la barbarie. Pues aquí estaba el edificio que vemos en la fotografía, que no sería una gran cosa arquitectónicamente hablando, pero, al menos, mucho más de lo que ahora es, pues este viejo edificio de la plaza Bolívar de Trujillo, nació, para mala suerte suya, para ser Mercado. Iba a ser inicialmente mercado, aunque no lo fue, pero terminó siendo mercado y de buhoneros para más señas, gracias a un gerente que tuvo la ciudad.

Y antes, ¿qué fue? Dígalo de una vez. Este edificio, así gordiflón como se ve, haciendo esquina con la Plaza Bolívar, lo construyó Numa Quevedo (1941-1945) para ser el Mercado de Trujillo. Pero resultó no siendo mercado y les cuento por qué: Sucede que hubo una disposición ministerial de educación, por la cual se decretó la instalación de una escuela artesanal para la ciudad de Trujillo. Pero, como siempre, se atravesó un pero, que no había un local apropiado. Y Numa Quevedo que era un gobernante de talante intelectual les dijo a los de Caracas, aquí tienen el local y así nació la Escuela Artesanal de Trujillo, que luego se mudó para la casa donde está Copey, hasta mediados de los cincuenta, cuando Eugenio Mendoza, altruista como fue, le regaló a la Artesanal una moderna sede, donde está hoy el Tecnológico de Trujillo, en las inmediaciones del Mercado, en Santa Rosa. ¿Y qué pasó con el Mercado de Trujillo?, pues, al final, lo pusieron en unos galpones donde está hoy el cuartel de policía, detrás del Concejo Municipal, hasta que también, a mediados de los cincuenta se lo llevaron para la sede  de Santa Rosa. Por cierto, creo que fue durante la gestión del alcalde Antonio García, o un poquito antes, cuando se decidió tumbar el viejo edificio de la Plaza Bolívar, dizque para dar paso a una edificación de ocho pisos, que serviría de asiento a la “Zona Rental” de la municipalidad trujillana. Y miren en lo que se convirtió.

Lo cierto es que este edificio, en mala hora destruido, fue asiento de un montón de instituciones y de servicios trujillanos: Escuela Artesanal, Colegio Pio X, Imprenta del Estado, Comedor Popular, Archivo, Imprenta particular y otros usos que se escapan a la memoria.

¿Y qué sería hoy, restaurado y acondicionado?, pues la sede apropiada de algún o algunos organismos oficiales que claman por una propia. La Zona Educativa del Estado, tal vez, o la Universidad Bolivariana, o un eficiente y espacioso centro comercial...

Hoy, es lo que los trujillanos merecemos que sea, lo que malos e inconscientes concejales dispusieron que fuera. Un yo acuso diario que nos afrenta y nos disminuye ante la historia. Eso es, nada más y nada menos.        

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