AVENIDA CRUZ VERDE
Narra
la historia local que antes este nombrado sitial del centro de Trujillo, era la
subida a la ciudad, puerta de bienvenida al centro de la urbe, por la apetecida
Calle Comercio de puro linaje y prosapia como al principio fue. Que por aquí
atravesaron las procesiones y las caravanas a recibir el elogio de una palabra
de bienvenida dicha por el orador escogido en el día de la fiesta o el
acontecimiento. La CRUZ
VERDE fue el ritual de los padres y del tiempo en el pasado
de la ciudad.
Manuel
Mendoza al describirla en una oportunidad, y además de llamarla con toda
propiedad “Avenida Cruz Verde”, indicaba que “era una graciosa curva en cuyo
centro se bifurca la entrada norte de la ciudad y que subiendo, por la
izquierda se entra a la Calle Bolívar
i por la derecha, a la Plaza Bolívar”.
Nos explicaba Mendoza, que antes del 1932 o 1933, era uno solo el acceso al
centro de la ciudad, justamente por la subida de la
Cruz Verde, pero, para que usted llegara a
la plaza, tenía que atravesar la calle del Comercio, porque ese pedazo, entre
la plaza, bajando hasta empalmar con la parte de abajo de la
Cruz Verde no existía, y fue abierto cuando
se construyó la
Avenida Mendoza, partiendo justamente de la esquina de las
Monjas (Casona del Convento Regina Angelorum).
La
Cruz Verde,
que históricamente, a juicio del doctor Ramón Urdaneta, es una cruz
inquisicional, justamente correspondió a Trujillo por ser ciudad donde funcionó
un tribunal de inquisición, siendo así entonces, aunque de esto se ha hablado muy
poco, que nuestra ciudad tiene también su caracterización histórica como una de
las urbes donde funcionó la llamada santa inquisición, que de santa por cierto,
tuvo muy poco.
La
Cruz Verde,
no obstante, se revela ante nosotros
como un lugar emblemático de la vida citadina, de mucha intensidad en su
biografía local, como sitio de encuentro, desde el que se desparraman hechos y
sucesos diversos del antiguo y reciente pasado urbano, como que era el otero
empleado para acceder o mirar a la Otra Banda. Así, se consumaban en su entorno los
actos ofrendarios de la oficialidad y la ciudadanía organizada, efectuados en
fechas propicias, con fines de destacar el significado de sucesos, como la
llegada de las primeras monjas del hospital, o la visita de un alto personero
nacional o de un jerarca eclesiástico; o como la llegada de una imagen sagrada,
que todo esto y más tenía como epicentro a esa “graciosa cruz” en la
denominación de Mendoza.
BELLO TORNEO DE PRIMAVERA
Tres
rostros de muchachas que encontramos como candidatas a un torneo anual, que
hubo en Trujillo, llamado Torneo de Primavera, que nombraba a reinas, como fue
reina en aquel año (1951) Teresa Aranguren que se quedó Teresita para la
afectividad familiar y social... tres alumnas, seguramente de años superiores
que compitieron, Alida Briceño, perdido su nombre para nosotros desde siempre,
mas no por eso nombre de muchacha y de mujer trujillana. Y Aura Villegas,
hermosa siempre, hoy madurada en esplendor de vida bien vivida en su residencia
de Valera. Teresa, hija de Ezequiel, hermana de otras muchachas muy hermosas,
como fueron María y Dalia, ambas ya en la inmemorialidad de la muerte... y de
Ezequielito, también ido de la vida, y de Hugo, maduro de cifras bien vividas
en el amplio campo de la venezolanidad.
Relucientes
posaron para el fotógrafo Aranguren, padre de Teresa, y llenas de vida vieron
correr por la ciudad su imagen que las mostraba en armonía con una belleza y no
de risa fácil ni fingida como estilo anterior a las concursantes en los torneo
de fatuidad, sino debidamente serias lo que le demandaba la ética de un
concurso en un tiempo en que la educación fue de gravedad y de mucha condición
moral.
La pequeña
prensa local las ofreció al público en la primera página de una edición
sabatina. Hablaba el rotativo de sus cualificaciones, cada una nacida para la
estética, flores de amor temprano, y de luces a raudales.
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