viernes, 25 de septiembre de 2015

LAS PALABRAS SON METÁFORAS



Nuestra lengua materna, el español, porque proviene de España; o castellano, si usted prefiere irse para castilla, lugar de su origen. Lo cierto es que este idioma cuenta con miles de palabras oficializadas. Pero, fuera de esa oficialización hay otras miles que no lo están, pero que se usan en el coloquio, o conversación para ser más usuales. Por eso se hace difícil su conocimiento y su uso. El idioma es una torta tan grande que es imposible comérsela toda. Sólo conocemos y manejamos una porción pequeña de la lengua materna.

El idioma se fundamenta en la etimología, es decir, en el  origen de la palabra. La etimológica es la primera definición de la palabra, pero no la única, porque el uso y el tiempo la van transformando y la van actualizando también. (No existe nada más flexible que el idioma). Y en este proceso, por el uso, la palabra adquiere nuevas acepciones, es decir, va ampliando el radio de sus significaciones.

Por otra parte, la palabra es como un repollo, un conjunto de hojas firmes, comprimidas y abrazadas, que son sus acepciones, sus significaciones diversas. A veces conocemos el significado que está en la superficie, la primera acepción, que es la más usual, la que más empleamos. Pero, a medida que le vamos quitando las capas o pétalos a ese supuesto repollo, vamos a la vez profundizando y conociendo otros significados, complejos en ocasiones, y muchas veces hasta raros, que nos cuesta creerlos. Voy a poner un ejemplo: la palabra disciplina (me apoyo en Fernando Savater: “La disciplina de la libertad”). Al escucharla, de inmediato pensamos en rigidez, castigo, pena, orden. Y esto es cierto, pero no es su único significado, si vemos que el citado autor emplea en un capítulo de su libro, un título que lo dice todo: La disciplina de la libertad, porque disciplina es también libertad, organización, creatividad.

La disciplina etimológicamente tiene que ver con aprendizaje, con niñez. Esto lo dice su etimología. Veamos: Es una palabra que proviene del latín discipulina. Si la descomponemos vamos hallando discipulus, discípulo. Discis quiere decir enseñar; discípulo tiene el componente puer = niño: pueripuella. Entonces, etimológicamente la palabra disciplina estaba relacionada con los niños, a la enseñanza de los niños. (Savater, dixit) ¿Pero hoy? Hoy identifica muchas cosas a la vez, porque traspasó el significado etimológico. El DRAE, reúne sus diversas acepciones.

A veces escuchamos una palabra y nos sorprende en ese contexto. A veces empleamos una palabra creyendo que es correcta y resulta que tiene un significado totalmente distinto al que le hemos dado. La mayoría de las veces trabajamos con el primer significado de la palabra, nos limitamos al significado, superficial, y eso es malo. Y eso es lo que ocurre en concreto con la palabra estupidez, estúpido, que nos cuesta creer que tengan que ver con las palabras estupefaciente, estupendo, integrantes todas de una misma familia derivativa. Así decimos invariablemente (el ejemplo es de Barcia) “¡No sea bruto! ¡No sea estúpido! ¡Eso es una estupidez! ¡Eso es una brutalidad!, para sólo quedarnos en la superficie, sin saber o ignorar, la diversidad de matices diferenciadores ocurridos a estas palabras, desde su inicio etimológico hasta su devenir actual. Veamos que Barcia concluye así su explicación, luego de una página de distinciones: “por el contrario, la estupidez es ocasional, exterior. Un susto, una sorpresa, cualquier hecho estupendo, cualquier estupor, puede hacernos estúpidos”.

Las palabras son metáforas. Es porque las palabras en el uso, se hacen fácilmente mutantes, van de una dimensión a otra, se desvían, se trasladan como si vivieran en un constate transitar, de una a otra estación, es decir, acepción, sentido, significado.

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