viernes, 6 de junio de 2014

LUCIANO MACCAFERRI POPPI: UN CIUDADANO EN INTEGRIDAD



Un hombre hace historia, una biografía hace historia también. Pero sabemos que la historia hace más que un hombre solo, porque la biografía del hombre como individuo se nutre de un contexto familiar y social insoslayable, como vemos en la biografía de los individuos cuyo camino fue andado por el impulso del entorno desde la más temprana edad.

Nos toca hacer una breve semblanza de uno de esos hombres que supieron hilar la vida para la construcción de una historia, de su propia historia biográfica, la de Luciano Maccaferri Poppi, larga existencia nutricia levantada entre dos geografías lejanas que sin embargo hicieron una sola en la juntura que hace el destino en las personas cuando estas emigran de su lar natal en procura de otra vida más ajustada a sus necesidades y a sus sueños, cuando es la riqueza de la vida interior lo que los impulsa a realizar la aventura del viaje sin importar distancias y sin conocer nada del nuevo lugar a que se llega como un alumbramiento o un descubrimiento pudiéramos decir. 

La diáspora enmantela al individuo y lo lanza a la aventura. Le da fuerza al migrante para que con lágrimas retenidas y el pecho compungido se lance a lo desconocido geográfico en procura de otras posibilidades de vida. Una individualidad en procura de una nueva historia para su vida. Despegado de sus ancestros, de su terrón de origen, del entorno familiar. Luciano Maccaferri, había nacido en Ferraza, Itlalia, en 1925. Y ya con conocimiento de mundo por el estudio y la cultura, se desprendió de su patria y vino a esta tierra tal vez desconocida en que poco a poco se fue nutriendo de nueva ciudadanía. Es importante decir que no venía solo sino en compañía de su joven esposa Wanda Martarello, que al igual que él se había formado ya como profesional del arte musical, por lo que con tales bienes profesionales venían a cumplir una función artística y pedagógica en una pequeña ciudad de los andes venezolanos llamada Trujillo, de la que por conocimientos previos establecidos en la periferia de un contrato suscrito entre Luciano y la Banda “Sucre” del Estado, dirigida por el profesor Laudelino Mejías. 

Sabían ambos esposos que no venían a arar en el mar, sino que hallarían una recepción o un estado social propicio a sus proyectos sustentados en la pedagogía para la profesora Wanda y en la ejecución bandística para el profesor Maccaferri, como efectivamente comenzó a suceder con carácter de afirmación en aquellos lejanos años de inicios de la década de los cincuenta, pues conocemos que Luciano llegó a Trujillo en enero de 1951, contratado como clarinetista principal de la Banda Sucre.

Dice el doctor Valera Martínez sobre la inteligencia del individuo: “El papel de las más destacadas personalidades consiste en conocer profundamente el momento y el medio en que les toca actuar y obtener de ese conocimiento las experiencias y ventajas convenientes para su acción y para sus designios.” (Hoy: I.p 75) Maccaferri fue absorbido por la acción cultural que se cumplía en Trujillo en ese tiempo. Su biografía comenzó a nutrirse con rasgos de intelectualidad fundamentalmente; un poquito aislado tal vez, subsumido en su propia intelectualidad aunque no por ello alejado de su condición de miembro de la activa Colonia Italiana; pero él, al igual que otro ciudadano itálico de ese tiempo, el Dr. Onofrio Papa se hicieron alejar del tumulto social y comenzaron entonces a emprender cada quien su propia, acción sociocultural que se las fue engrandeciendo el tiempo hasta el reconocimiento trascendente. Podríamos agregar un tercer integrante a este pequeño grupo de italianos que por aquella época trabajaron intelectualmente en Trujillo: el profesor Domingo Garbin, director de la escuela de pintura del ateneo de Trujillo; la mejor época de la enseñanza artística en la ciudad y cuidado si no en todo el estado.

La Colonia Italiana de Trujillo, como siempre activa y fecunda. Nada, ninguna otra institución tan asertiva y comprometida con el quehacer musical que la Colonia Italiana. En cada pueblo o latitud, la génesis histórica de la música regional tiene el sello italiano, desde Monte Carmelo, pasando por Trujillo, Valera, Boconó y todo el resto de nuestra geografía. En el siglo XIX: los italianos, y en salto secular, en la contemporaneidad, los italianos nuevamente, activos muchos de ellos en el desempeño eficaz de una novedosa pedagogía musical que tiene que nombrarse con signos destacados cada vez que se escriba historia o crónica sobre esta faceta del arte en nuestro estado.

Se emociona uno al rememorar aquel lejano tiempo de hace más de sesenta años. La escuela primaria, los primeros años, la profesora Wanda enseñando los primeros rudimentos del arte musical. Qué pedagogía, qué acento didáctico el suyo. Yo todavía recuerdo en el Carabobo. Y del maestro Luciano, en este caso no, porque él se diluía en el conjunto de la Banda, que era una institución muy por encima de lo que podíamos captar directamente. Pero estaba ahí en la primera fila de los clarinetes, cerca de Laudelino Mejías y de Carreño y de Oscar Martínez. Luego, él integraría también en primera fila el grupo de notables que fueron dando definición académica a la música en Trujillo, y en otras partes del estado, principalmente en Valera por la cercanía, y porque ahí en Valera había también grandes músicos extranjeros, aunque ya eran venezolanos como él; italianos y españoles porque, a decir verdad, aquella fue una generación de grandes músicos, unos venidos de Italia, otros de España, hermanados con los venezolanos para hacer una sola bandera multicolor, hermosa, sonora, vibrante como ha sido la historia de la música en Trujillo.

Luciano Maccaferri poco a poco fue siendo un nombre portentoso, respetable y reconocido. No en balde era un maestro del academicismo. Se había formado en grandes conservatorios, por lo que fue siempre capaz de demostrar con creces su arte: Armonía Principal; Teoría y Solfeo; Historia y Estética de la Música, eran sus especialidades académicas. A eso agregaba Piano Complementario, Literatura y Poética Dramática. Cómo entonces no iba a ser efectiva su labor profesional en nuestras escuelas de Música. Y en la Banda, fue escalando posiciones también, hasta la dirección de la Banda de Conciertos “Laudelino Mejías”, entre 1975 y 1979. Y en la Universidad, en el Núcleo Rafael Rangel fue Director Musical y Director Coral. Ah, porque la música coral no escapó a su radio profesional. Fue artífice principal en la existencia del Movimiento Coral del Estado, y su nombre quedó gravitando en este movimiento para siempre en lo tangible y en lo intangible, porque las grandes obras institucionales no mueren, permanecen subyacentes en la historia como una memoria, como un acervo.

Maccaferri grande y Maccaferri pequeño: grande en el académico que permanecía a nuestro lado. Recuerdo que yo era corresponsal de la Voz de Alemania y de la Radio Nacional de Polonia (por mi programa radial) y recibía música de última generación que la pasaba directamente al profesor Maccaferri. A él le gustaba, se extasiaba con aquellas composiciones polacas. Era sin duda un hombre culto. Pero era pequeño Maccaferri, al fin y al cabo no era otra cosa que una persona humana. Y se reía con nosotros y tenía un buen sentido del humor. Su voz, su modo de hablar tan particularizado; fricatizaba la voz, a veces silibante, como susurrando, poco entendible otras veces. Su voz dejaba ver que era un hombre con una gran armonía interior. Y era pequeño para nosotros, por sus hijos, compañeros, amigos: los de la calle, los del grupo Carabobo, los de la escuela de música, los de la ciudad, los Maccaferri fueron como nosotros, se hicieron con nosotros y están con nosotros en la biografía total de la trujillanidad.

Hoy, el tiempo que reconoce cuando hay virtudes y obras, trae en este momento el nombre imperecedero de Luciano Maccaferri. Lo vuelve a actualizar como una lección, lo hace visible y lo enmarca delante de nosotros. Es la justicia del tiempo que no deja perecer a los que supieron vivir. Es la sociedad moral que se junta en asamblea para decir al unísono el nombre de quien supo hacerse una biografía positiva. Es la vida en plenitud que alumbra en el tiempo por la trascendencia biográfica. Es ese lugar ascendido al que miramos a veces para ver la eternidad del hombre justo, hacedor de familia y ciudadanía en su posición de destino.

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